En algunos casos la forma natural de aceptación en la “república india” era el casamiento de asiáticos con locales. Un primer acercamiento a fuentes históricas primarias, en el Archivo General de la Nación, en los ramos de Hacienda, de Tierras e Indios, nos ayudará a encontrar el estado civil y comercial que varios de los migrantes tenían. En principio sabemos que se dedicaban a actividades a oficios diversos (barberos, panaderos) y al comercio ambulante, acarreando entre las poblaciones telas, velas, aguardiente, yerbas y medicinas. Ante ello, es evidente que los migrantes hablaban tanto el “castilla” como lenguas indígenas mexicanas para comunicarse y sobrevivir, en un abierto proceso de aculturación.
A lo largo de los siglos el estatuto de los asiáticos fue cambiando sin mantener una orientación constante. En ocasiones los asiáticos fueron asimilados a los negros y mestizos (siglo XVII), debido al complicado arte de la definición de castas. A fin de cuentas la masa imigrante que no se incorporaba a las comunidades podía fácilmente ser desplazada hacia las ciudades en calidad de parias, o ligados al submundo criminal. Con frecuencia se encuentran casos de filipinos y chinos envueltos en robos y otros delitos en actas judiciales de la ciudades de México y Puebla .
Gonzálo Aguirre Beltrán reporta los cambios semánticos que reflejan la transformación social de México, en casos como los pueblos jarocho y chinos. El vocablo chino, aplicado al hijo de negro e india se aplicó en Puebla por vez primera. Para los siglos XVII y XVIII decir mulato o chino era determinar la misma cosa. “Para el siglo XIX fueron llamados chinacos los célebres guerrilleros que combatieron contra la intervención francesa; sin embargo todavía para el siglo pasado china y lépera o prostituta connotaban una misma cosa. De entonces a nuestros días el vocable sufrió una tremenda transformación y en la actualidad la China Poblana es el prototipo de gracia y de la virtud de la mujer mexicana.
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