Entre los migrantes que llegaban a Manila se registra la presencia de prisioneros americanos, mexicanos y de otros reinos, que debían purgar su condena en el exilio. Cuando se avecinaba el tiempo de la leva para obtener soldados para Manila se tomaba en cuenta a los convictos en las cárceles que estaban cumpliendo sus condenas y, en algunos casos, personas que eran buscadas por la justicia, a quienes se dictaba orden de captura.
"Entre los reos que se enviaban a Filipinas hubo convictos de diferentes delitos: homicidio, sodomía, adulterio, concubinato y otros. Pero lo más frecuente eran acusaciones como vagancia, vida irregular, ociosa, afición a los juegos de azar y otros (...) Eran fundamentalmente gente de extracción urbana desempleada o subempleada que pertenecía o se juntaba con grupos segregados de la sociedad, practicantes de actividades no bien vistas" (1) .
Volveremos sobre este tema de la vagancia, porque fue motivo de quejas de los administradores coloniales en Filipinas y un asunto recurrente en la percepción que se tenía de la población criolla en la Nueva España.
Debido a la variedad de faltas, la condena en Filipinas también fluctuaba entre los dos y los diez años. "Pero para algunos cumplir la sentencia no significaba el retorno inmediato a la patria, sino justamente hubo penas en las que se explicitaba que, terminado el tiempo, no pudiesen volver a la Nueva España sin especial permiso de la Audiencia de México"
Los lugares de condena eran los presidios de Samboanga, Cavite o las islas Marianas, a mitad del camino entre México y Filipinas. De cualquier modo, en el imaginario colonial quedó firmemente asentada la frase:
"Mandar a Manila" a alguien, como una forma para deshacerse de personas indeseadas por la sociedad, familiares incómodos o perseguidos políticos.
Los reos por vagancia, los desertores del ejército y personas denunciadas por sus familia por su "mala" conducta eran otras fuentes de abasto de la milicia enviada a Manila. No obstante, en las vísperas de la Independencia de México se agregaron a ese grupo los llamados "infidentes", acusados de ser traidores de España. Ellos eran vistos como enemigos de la Corona, sobre todo en la última etapa colonial, cuando se tambaleaban los cimientos del régimen. Se echó mano del destierro en presidios ultramarinos como Cuba, Puerto Rico, Ceuta en el continente africano, las islas Marianas y Filipinas.
Un análisis de archivos de esa época, elaborado por Andrés del Castillo, señala que fueron desterrados a Filipinas infidentes de la zona centro del país, principalmente, de ciudades como Querétaro, México, San Luis Potosí,y específicamente de pueblos como Huichapan, Milpa Alta (2). Muchos de ellos no volvieron al México que había adquirido su independencia de España. "Con el reconocimiento del gobierno español de la Independencia de México, en 1836, y la firma del tratado de amistad México -España, se declaró inexistente la causa de su aprehensión, los infidentes americanos fueron exonerados y pudieron regresar a México".
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(1) María Fernanda García de los Arcos. Forzados y reclutas. Los criollos novohispanos en Asia (1756 - 1808). Potrerillo Editores S.A. de C.V. México, 1996. P 118 -119.
(2) Andrés del Castillo. Los infidentes mexicanos en Filipinas. En El Galeón de Manila. Un mar de historias. Consejo Cultural Filipino - Mexicano. JGH Editores. México 1997. Pp. 157 - 173.
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