Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Los ritos chinos

Casi de inmediato, cartas y versiones apasionadas sobre el incidente de Nagasaki llegaron a Manila,  México, Madrid y Roma, cargadas de sentimientos y reproches mutuos entre los testigos, pues en algunas se acusa a los jesuítas de haber prácticamente dejado a los franciscanos en manos del poder del daymio japonés Hideyoshi. Los jesuítas a su vez se defendieron acumulando declaraciones en que demuestran la osadía de los franciscanos al adentrarse en terreno minado. Boxer describe basado en documentos que existen en los archivos jesuítas la enorme preocupación de éstos por explicar las razones del incidente de Nagasaki 1.


Las partes de la controversia eran, de un lado, los jesuítas y, del otro, los padres misioneros que tenían su asiento en Filipinas (franciscanos, agustinos y dominicos). Ambos bandos deseaban por supuesto la conversión de chinos y japoneses al cristianismo, pero divergían en cuanto a los métodos para lograr tal conversión.  Años más tarde a la parte filosófica de  esa controversia se le conoció como los Ritos Chinos.

Esta batalla polémica en el seno de la iglesia católica tuvo importantes reflejos teóricos e implicaciones prácticas posteriores para la formación de  las llamadas iglesias nacionales, en el tiempo de la afirmación del nacionalismo en las ex-colonias españolas. La polémica sobre los métodos de evangelización fue curiosamente una disputa que involucró a extranjeros residentes en China y Japón sin la participación de los propios chinos o japoneses, aunque el tema a debate era su modo de vida, su cultura y sus prácticas religiosas. Sus consecuencias fueron sin embargo de caracter universal. A continuación se analiza el contexto más general de la evangelización española y portuguesa, con especial énfasis en la tarea jesuíta en Asia y su contenido político y comercial 2.

Parte del conflicto se deriva de la militancia de los grupos misioneros dentro de la monumental empresa colonizadora que dirigían desde Europa los reinos de España y Portugal; cada cual en un espacio geopolítico reservado. En medio de ello, el Papado contribuía a la polémica en razón de sus propios intereses y en la afirmación de su poder político.

España y Portugal, como líderes de la evangelización católica en Asia, dividieron sus espacios de acción y con ellos el trabajo misionero en función de sus intereses nacionales. En gran medida, la consolidación de los imperios pasaba por el dominio religioso en Europa, en América y en Asia. Así a través de un riguroso control migratorio, los misioneros europeos entraban alternativamente al Lejano Oriente por “la vía de Portugal”, es decir bordeando Africa, luego a través de India y de ahí a Macao, en China, o por “la vía de España”, lo que implicaba un viaje de meses, primero a la Nueva España y desde Acapulco a Manila. Tal división se acentuó con el otorgamiento de permisos papales de evangelización conforme a los intereses “nacionales” de modo que Portugal ejercía el Padroado, que ya hemos mencionado en este blog, mientras que España llevaba su patronato en favor de sus propios clérigos. Esto tenía que ver con la estructura eclesiástica en los nuevos territorios, la creación de diócesis y parroquias, el nombramiento de oficinas eclesiásticas y muchas otras tareas prácticas de la evangelización 3.


1 Boxer, Ibidem. Alessandro Valignano, visitador jesuíta en Japón, escribió su Apología, en 1598 para contrarrestar la propaganda en contra de la compañía. J.F. Morán, The Japaneses and the Jesuits, Routhledge, N.Y., 1993, p.93.
2 Villarroel, Ibidem.
3 Boxer, Ibidem,pp. 155. Desde 1580, Felipe II se ciñó  la corona española y portuguesa, pero mantuvo su promesa de separar las administraciones de los dos reinos.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Enemigas hermanas

En enero de 1580 murió el último rey de la Casa de Aviz, Joao I, que gobernaba Portugal. En consecuencia, Felipe II de España se coronó rey de los lusitanos. En abril de 1581 juró ante las Cortes reunidas en la Villa de Tomar, con el nombre de Felipe I de Portugal, prometiendo respeto a la monarquía y gobernar separadamente a España, así como respetar los derechos de todos los lusitanos tanto en su reino como en sus dominios ultramarinos. En suma, los privilegios que había otorgado el Papa a cada una de las monarquías de la península se conservaría inalterado.

"La unión dinástica de las coronas de Castilla y Portugal el año 1581 significó un giro significativo en las aspiraciones de los castellanos de Filipinas. El impacto inmediato de esta noticia avivó las expectativas de dominio imperial especialmente en las áreas de contacto y frontera imperial lusocastellana, como era el caso de Asia Oriental. Se dibujaba en el horizonte el espejismo de una monarqua universal en la cual el breve intervalo que se abría entre Manila y Macao significaba el punto de encuentro entre las expansiones ibéricas hacia oriente y occidente."

La consecuencia de esta nueva situación en el sudeste de Asia fue muy delicada, pues los españoles ambicionaban contar con un enclave comercial como el de Macao, en la provincia de Guandong. Los comerciantes chinos que llegaban a Manila provenían primordialmente de Fujián, pero los españoles no veían una perspectiva clara para adentrarse en ese comercio.

Esta peculiar circunstancia, de enfrentamiento entre los poderes lusitano y español, fue el marco en que se desarrollaron los eventos de Nagasaki y de las primeras incursiones franciscanas en Japón. Como veremos más adelante el asunto se complicó con la presencia jesuita en ese reino, amparados por el padroado portugués.

Manuel Ollé percibe aquel momento de esta forma:

(...) el proceso de proyección de Filipinas en el imperio chino se abre (...) en 1575 con la primera embajada a la provincia china de Fujian de Martín de Rada, Jerónimo Martín, Pedro Sarmiento y Miguel de Loarca y se cierra con la negativa de la corte a llevar adelante los planes de conquista de China presentados por Alonso Sánchez. p. 131

El investigador señala que "en el intervalo de este período es posible distinguir un ciclo marcado por la llegada a Asia Oriental de la noticia del acceso de Felipe II a la corona portuguesa y marcado asimismo por la llegada a Filipinas del jesuita Alonso Sánchez y del primer obispo de Filipinas Domingo Salazar, este ciclo que se abre en Manila 1581 y se cierra en España entre 1593 y 1594 con la muerte de los citados protagonistas".
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Eva Alexandra Uchmany. Los contactos entre la Nueva España y el Subcontinente Indio durante la época colonial, en México-India: Similitudes y encuentros a través de la historia. ISPAT-FCE, México 1998, pp. 70-103.

martes, 21 de septiembre de 2010

Crucifixión

El incidente de Nagasaki de 1597 tuvo repercusiones muy importantes en la perspectiva de propagar el evangelio en Asia, al menos para las congregaciones que se asentaban en Filipinas.


Un viajero italiano que llegó pocos meses después a Japón, Francesco Carletti, nos cuenta con lujo de detalles el terrible espectáculo de aquella crucifixión, pero sobre todo describe con la franqueza de un comerciante que no pertenece a ninguna de las congregaciones religiosas participantes en aquellos hechos, el grado de enemistad que había entre ellos. 


Informa Carletti que los padres franciscanos venidos de Manila habían iniciado su propagación religiosa a pesar y en contra de que los jesuítas los habían amenazado de excomunión, “en virtud de un breve que le concedió el papa Gregorio XIII, que dice que nadie más que ellos (los jesuítas) pueden ir a ese reino a predicar el Evangelio, bajo la dicha pena de excomunión.  Cosa a la que los buenos padres replicaban que no estaban sujetos, puesto que decían tener otro breve de Sixto V, que concedía a su religión poder ir a todo el mundo a predicar a Cristo crucificado, sin hacer ninguna excepción ni de tierra ni de otra”.1

Antonio de Morga refiere a su vez en un testimonio oficial al Rey Felipe II, del 30 de junio de 1597 que “el emperador de Japón es un bárbaro sin fe en su palabra”, y agrega que
 “los portugueses que asisten en aquel Reyno nos desean ver desterrados de allí y no nos hicieron buen tercio en el subceso de la dicha nao; y aunque los Religiosos tampoco lo tuvieron en lo que con ellos se hizo y poco havían rescivido grandes molestias de los Religiosos de la Compañía (de Jesús) y sus Obispos que allí estavan para verlos hechar de aquel Reyno, como se a hecho, quedándose ellos solos en aquella conversión, como quedan muy a su contento, los descalsos y su compañía murieron con grande fervor por la fee y defensión de ella, y después a obrado Dios milagros y otras maravillas con sus cuerpos, de que tenemos razón los desta tierra y destar muy consolados por haver dado en ella tal fruto para el cielo y honra para la christianidad”. 
La carta fue encontrada por W. Retana en el Archivo de Indias, y publicada en su edición de los Sucesos. Como se observa, la acusación de un alto funcionario en Manila contra los jesuítas era parte de la escisión que existía abiertamente entre las misiones y sus partidarios2.

Marcelo de Ribadeneira, por su parte dice con tono más suave (…) “aunque estábamos los Frailes Descalzos muy seguros en conciencia en Japón, no faltó quien se persuadiese lo contrario. Y ansí, padecía mucha mengua la honra de los frailes en la opinión de algunos cristianos, que la tenían de que los frailes estábamos descomulgados. Y por esta razón había quien ponía sospecha en las cuentas y cordones (de San Francisco) benditos que dábamos, y aún en si la misa que decíamos era tan buena como la que decían los padres de la Compañía3.


[1] Francesco Carlettti (1594 – 1606) Razonamientos de mi viaje alrededor del mundo. UNAM, México, Instituto de Investigaciones Bibliograficas, 1976. Estudio preliminar, traducción y notas de Francisca Perujo. Primer razonamiento de las Indias Occidentales. pp 121-122.
[2] Antonio de Morga, pp. 514 -515.
[3] Marcelo de Ribadeneira, pp.422-423.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Día para reflexionar

La celebración del día de la Independencia de México, hoy 15 de septiembre, puede también ser motivo de reflexión, más que de festejo. Seguro así será para millones de personas que están viviendo dificultades económicas, si no es que una situación de franca emergencia en varias partes del país; violencia, inundaciones y otras catástrofes. Así pues, alejados de la fiesta televisiva de esta noche, me llama la atención un comentario publicado por Ernesto Márquez en el diario La Jornada, titulado Tumbando Caña. Los negros de México, excluídos de la historia.

"La presencia de los negros en la gesta de Independencia es uno de los grandes temas ausentes en los textos de historia, así como en los actos de reflexión y festejo que se llevan a cabo con motivo del bicentenario. ¿Descuido, olvido o simple desdén?
"Invisible a los ojos de historiadores, la gente de origen africano, que en opinión del sabio Gonzalo Aguirre Beltrán constituye nuestra tercera raíz social y cultural, tuvo una participación activa en la lucha independentista. Baste mencionar al héroe Vicente Guerrero –de origen negro– y su ejército de pardos para ubicar su presencia e importancia".
¿Filipinos en la Independencia?
Si este es un problema objetivo de la historiografía mexicana, que pretende unificar la idea de un mestizaje biunívoco (criollos e indígenas vs. españoles), en exclusión de todas las variables étnicas que modelaron al país, se debe pensar también en la presencia asiática, de no menor importancia en cuanto al aporte cultural a este país a partir del siglo XVI. Hemos defendido este punto de vista en este blog, no por "curiosidad" histórica, sino porque se debe reflexionar a fondo sobre el origen para conocer el presente.
Deseo pedir ayuda de los cuatro lectores de La Nao Va para localizar información sobre el pequeño grupo de ingenieros filipinos que estudiaba en la Escuela Real de Minas en los albores de la Independencia, y que se sumaron, con pasión patriótica y con su conocimiento técnico en explosivos, a las huestes de Miguel Hidalgo. Es todo lo que sé, pero sin duda podré recabar más información al respecto.
Para los mexicanos que hoy celebran 200 años del inicio de la guerra de la Independencia, el mejor de los augurios: prosperidad y justicia.

jueves, 9 de septiembre de 2010

México y Japón


Del 14 al 26 de Septiembre tiene lugar la interesante exposición
400 Aniversario México-Japón, “Huellas del Intercambio”, en el Museo Nacional de Antropología, Balcón de la Sala Mexica.

Con ese motivo, el lunes 20 de Septiembre se realizará un Simposio Conmemorativo en el propio museo, auditorio Jaime Torres Bodet. Por ahí estaremos.


domingo, 5 de septiembre de 2010

Desde Acapulco

Una versión moderna de la vida del joven Felipe de Jesús, contada con el sabor de la aventura, nos permite imaginar cómo habría sido la partida de la Nao desde Acapulco, aunque algunos datos no son precisos.


"A mediados de 1590 habían llegado al puerto de Acapulco, para seguir con destino a Manila, el gobernador de las Filipinas, Gómez Pérez Dasmariñas y su séquito compuesto de ayudantes y guardias de corps. Figuraba, entre los pasajeros un joven que respondía al nombre de Felipe De las Casas, a quien acompañaba su padre don Alonso De las Casas, muy conocido en Acapulco porque tenía la concesión de proveer, a las naos que salían para Manila y al Perú, las telas para el velamen, cordajes, anclas, víveres, etc., así como también tenía el encargo de llevar la correspondencia oficial y privada que se movía para Lima y Manila, circunstancia por la que sus relaciones con los capitanes de las naves de estas rutas eran muy cordiales. El señor De las Casas tenía asiento en el Tribunal del Santo Oficio y ello le daba preeminencia en todas partes.


"La nao que estaba a punto de partir para las Filipinas tenía por nombre "Santiago", y su capitán, don Tomás de Arzola, era amigo íntimo de don Alonso De las Casas, circunstancia ésta por la que le confió a su hijo Felipe, recomendándole para el viaje, y entregándole, además, algunas misivas para sus amigos de aquella colonia; así podría el joven recomendado desenvolverse más fácilmente en los negocios que pensaba desarrollar, pues en México no había logrado sentar cabeza por sus inquietudes.


"Aprovechando esa oportunidad, hizo extensiva la recomendación al nuevo gobernador de Filipinas, pasajero en la misma nave, por lo que los mejores augurios prometían éxito al joven Felipe De las Casas; pero lejos de favorecerle en los negocios que proyectaba emprender, le sirvieron para que distrajera el tiempo en fiestas y bacanales, acabando el capital que había llevado. Esto hizo que después todos le volvieran las espaldas, lo que trajo para él una profunda decepción de lo que es la vida disipada, y se resolviera a entrar de novicio en el convento de San Francisco, dedicándose por completo a cosas espirituales".
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Tomás Oteiza Iriarte. Acapulco. La ciudad de las Naos de Oriente y de las Sirenas Modernas.  Edición del autor, México, 1965, p. 85.

jueves, 2 de septiembre de 2010

El incidente de Nagasaki

La ejecución pública de 26 religiosos en Nagasaki ha sido contada en México múltiples veces, resaltando siempre al mártir mexicano Felipe de las Casas, si bien los primeros recuentos no destacan de manera particular su nombre dentro del grupo. Uno de los primeros informes del suceso es el de Marcelo de Ribadeneira, franciscano que vivió las trágicas jornadas. En su extenso texto de 1601 dedica por vez primera una semblanza de Felipe de las Casas: “aunque sólo de vista conocía a este santo martir”, en realidad toma toda su información de los demás que le conocieron en Manila1. En los años y siglos posteriores dicho texto continuó siendo utilizando como la fuente más fidedigna.

Nacido en la Ciudad de México probablemente en 1570 (algunas versiones señalan 1572), Felipe se distinguió por ser un muchacho muy inquieto. Esto sirvió para crear la historia de que una sirvienta lo regañó, advirtiendo que sólo si el cambiaba su conducta la higuera que crecía en su patio, seca por varios años, reverdecería. Existe la versión de que estudió en el Colegio de San Pedro y San Pablo y que habría profesado a los 16 años con los franciscanos, pero pronto renunció a los hábitos. Hijo de padres españoles y nacido en México, Felipe es un ejemplo de lo que en su momento y sobre todo en los siglos posteriores fue el nuevo tipo de criollo en la Nueva España; rechazado por los hijos de los primeros conquistadores, pues estaba alejado de las famas guerreras y de la heroicidad que dominaba medio siglo antes el ambiente novohispano. En cambio, los vástagos de aquellos pobladores venidos de la península se dedicaban al comercio o participaban en el regimentado sistema de los gremios artesanos (el padre de Felipe habría sido platero), pero a diferencia de sus padres tenian vedado el acceso a puestos de importancia en el gobierno virreinal -espacio exclusivo para un número muy reservado de peninsulares.

Las historias religiosas cuentan que los padres de Felipe lo enviaron a Manila en 1592 “porque no se hallaba en México” y, para que se reformara de su mala conducta le ayudaron a tener su propio negocio (comercio de joyería probablemente), lo que le permitió vivir displicentemente en Filipinas por aquellos años. Debe recordarse que la capital filipina era de hecho la metrópoli de tipo occidental más activa de la región en aquellos años y para un joven rico y soltero como él la vida debió ser particularmente regalada 2. El estado de las cosas en Filipinas llevaba un ritmo muy especial, sujeto al comercio anual del galeón y a la llegada regular de los comerciantes asiáticos. Los colonos españoles en Manila tenían largos paréntesis de tiempo libre en que usualmente despilfarraban lo recién ganado, en juego de naipes y peleas de gallos, fiestas estilo europeo (con juegos de lanzas tipo medieval) y el enamoramiento de las damas, aunque fueran ajenas. Esta situación podía hundir en la miseria a los más connotados miembros de la pequeña colonia. El ambiente era más que propicio para que los colonos, cargados de misticismo religioso, vieran a cada paso milagros y encantamientos3.

Las biografías pías de San Felipe soslayan apenas esa etapa y consideran que, después de haber caído en el pecado, un angel se le apareció para encaminarlo por la vía del bien y lograr que se ordenara misionero franciscano. Asi lo hizo, pero al no haber obispo en Manila (Domingo de Salazar había partido a España, donde murió en 1594) Felipe fue enviado a la Nueva España, para allá obtener los hábitos religiosos.

El 12 de julio de 1596 abordó el galeón San Felipe 4 que llevaba un rico cargamento valuado en un millón y medio de pesos de plata, con rumbo al puerto de Acapulco. Un tifón desvió al galeón hacia el norte, frente a Urado, provincia de Tosa, alrededor del 18 de septiembre de ese año. En aquella época el viaje de Manila a Japón duraba un mes aproximadamente, así que los casi tres meses en el mar inquietaron gravemente a los pasajeros del San Felipe. La discusión prevaleció entre el piloto, el capitán del barco, los comerciantes y misioneros. Estos últimos sugerían encontrar puerto en Nagasaki, donde existía a la sazón una pequeña comunidad católica, en el único puerto japonés abierto al comercio exterior. Para los marineros y comerciantes el problema era la posibilidad de que sus pertenencias podrían ser presa de la rapiña de los lugareños 5.

Las versiones que se contaron desde aquella época divergen en varios detalles. Los jesuitas achacaron los problemas del navío a que el capitán general, Matías Landecho, escuchó y siguió la sugerencia del fraile Juan Pobre, quien había visitado Japón un año antes y aseguraba que el shogún6, Toyotomo Hideyoshi favorecía la religión católica e incluso protegía a los franciscanos en Kyoto. Si fue cierta, esta opinión ocultaba flagrantemente el hecho de que desde una década antes se había prohibido en diferentes formas la propagación de cualquier religión extranjera en suelo japonés. La comunidad católica practicaba muy discretamente sus ceremonias, en vista de los peligros que existían.



1 Marcelo de Ribadeneira, OFM, Historia del Archipielago y otros Reynos, reimpreso en 1970 por la Historical Conservation Society. Manila. El texto original, editado en Barcelona en 1601 como Historia de las Islas del Archipiélago y Reinos de la Gran China, Tartaria, Cochinchina, Malaca, Siam, Camboja y Japón, es frecuentemente citado en sus versiones modernas, como la Biblioteca España Misionera, Madrid, 1947.

2 Por aquella época, el más conspicuo representante de la moral española en la isla era el propio gobernador Don Francisco Tello quien fue acusado por los clérigos locales de “ser hombre que arramblaba con todas cuantas podía” refiriéndose a las damas manilenses, por lo que lo presionaron para que se casara con su propia prima y sobrina para tratar de controlarlo. Nota de W.E. Retana, a los Sucesos de las Islas Filipinas, de Antonio de Morga, p 190.

3 Más milagros para el santo: las crónicas mencionadas señalan que antes de llegar a Japón se vió en el cielo una enorme nube en forma de cruz, que cambió su color de blanca a roja. No debe olvidarse que la mayor referencia a San Felipe es la higuera en su casa paterna en México, misma que reverdeció el día de su muerte después de haber estado seca por años.

4 Más tarde se quizo utilizar esa concidencia de nombres Felipe el Galeón y Felipe el Santo como muestra de predeterminación de su destino.

5 El temor del capitán estaba bien fundamentado, pues la tradición de aquella época en Asia y en Europa era que el cargamento de cualquier navío que encallara en territorio extranjero quedaba en manos de sus habitantes, tal como nos dice José Rizal en su edición de Antonio de Morga, p 122.

6 Shogun es el jefe de los señores feudales o daymios. Hideyoshi en realidad estaba en proceso de convertirse en tal.