Para garantizar la defensa de Filipinas se echó mano del reclutamiento de soldados provenientes de la Nueva España, aunque también se registraron casos de soldados provenientes de la península. El sistema empleado era la leva o reclutamiento forzoso, conocido entonces como banderas de enganche. Las fórmulas para "atraer" candidatos y el número de reclutas cambiaban frecuentemente, pero en esencia el sistema consistía en las siguientes tareas, según relata la doctora María Fernanda García de los Arcos:
1. El establecimiento de banderas de enganche, o casas de reclutamiento.2. La autopostulación, es decir la petición que algunos jóvenes presentaban para que se les permitiese pasar a las Filipinas en calidad de soldados distinguidos.3. El excarcelamiento de convictos o detenidos inculpados de determinados delitos.4. Las capturas de varones, bajo el cargo de haber sido sorprendidos cuando se hallaban delinquiendo o de observar una conducta irregular, viciosa, o simplemente de frecuentar lugares mal vistos o compañías que la moral oficial no consideraba recomendables.5. La "presentación" por parte de algún familiar cercano del propio individuo, es decir, la denuncia con la solicitud de que se le destinase a Asia.6. El alistamiento de los que ya eran veteranos del ejército, soldados o suboficiales.7. El destino forzoso de desertores de reincidencia.
Como se puede observar, la intención inicial era que los participantes se apuntaran voluntariamente y con una idea clara de lo que iba a ser su misión en el otro lado del océano. No obstante, los mecanismos que fueron utilizados muestran diversas formas de coaccionar para lograr que los jóvenes de enrolaran en la milicia de Filipinas, muchas veces por deudas de juego. Y lo más lamentable es que las centros de reclutamiento, o Casas de Banderas, operaban como lugares de apuestas.
"La forma de atraerlos era una verdadera timba, una casa de juego, donde un coime recibía a todo el que allí se presentase. Le preguntaba si tenía alguna prenda para pignorar y, en caso afirmativo, le entregaba por ella la mitad de su valor. Si el hombre cumplía con los requisitos para servir al ejército, se le iba dando una cantidad por cada objeto empeñado y, si acababan, se le facilitaba un préstamo de unos cinco pesos para que los invirtiera en un juego de naipes. Si perdía el dinero y no tenía cómo reponerlo, el sargento lo llevaba a una dependencia de la casa que llamaban vulgarmente el salvado o el pulguero, en la que se mantenía detenidos a todos aquellos a quienes tan triste suerte había tocado, hasta que llegaba el momento de ponerlos en marcha para embarcar rumbo a Manila". (1)
La treta empleada por los militares para atrapar jóvenes reclutas fue denunciada ante las autoridades coloniales, que ordenaron su abolición. La historiadora García de los Arcos documenta que en 1781 y 1783 se hicieron denuncias ante la Corte en España por los excesos que se cometían en las Casas de Banderas, también conocidas como Banderas de China, por cierto dos de ellas situadas en la ciudad de México. Muy pocos de los reclutas se salvaban del envío a Manila, gracias a la interseción de algún funcionario o el pago de un rescate por parte de sus familiares. Después del escándalo producido, se ordenó 1787 eliminar los métodos de coacción y procurar obtener voluntarios en forma transparente.
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María Fernanda García de los Arcos. Forzados y reclutas: Los criollos novohispanos en Asia (1756 - 1808). Potrerillos Editores S.A. de C.V. México. 1996. P.85. La autora cita una carta de don Pedro de Cosío a don Pedro José de Lemos, del 28 de noviembre de 1781, localizada en el Archivo General de Indias 929.
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