Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.

martes, 30 de abril de 2019

Más de la medicina filipina

En la entrada anterior nos referimos a la obra de Fr. Blas de la Madre de Dios, misionero de origen portugués que escribió hacia 1611 en Manila acerca de las medicinas caseras que se usaban, y se siguen utilizando, en las Filipinas. El comentario final es que el archipiélago Filipino fue un espacio muy importante para el conocimiento de la herbolaria y de la medicina tradicional por parte de los misioneros y que reune la herencia cultural de los múltiples pueblos de aquellas islas. Es importante remarcar que Filipinas ha sido un cruce de caminos entre Asia y América.

Fr.  Manuel Blanco, Flora de Filipinas, según el sistema de Linneo, 
Manila, Imprenta de Santo Tomás, 1837. Tomado de Wikipedia.

A fines del siglo XVI, los españoles que llegaban a Filipinas llevaban consigo un acervo de conocimientos fundados en la creencia doctrinaria humoral originada en la Grecia clásica. Esta teoría de los  humores considera que el cuerpo humano está compuesto de cuatro sustancia básicas: bilis negra, bilis, flema, sangre. No es de extrañar que los europeos tuvieran esas ideas y tuvieran como libro de cabecera el escrito por Dioscórides, Materia Médica, que sirvió de base a los herbarios filipinos.

El libro de Fr. Blas de la Madre de Dios es el resultado de la observación de las experiencias terapéuticas de las plantas de Filipinas, de la clasificación de las enfermedades endémicas y de la concepción curativa de los pueblos del archipiélago. No había en apariencia una contradicción con el pensamiento indígena que valora el papel del espíritu, del estado anímico del paciente, y que atiende al conjunto del individuo, cuerpo y alma, para proceder a la curación.

Enfermedad, sanación y muerte

Sin embargo, la idea que ahora llamamos holística no podía ser comprendida por los primeros conquistadores, que sólo advertían toscamente la idea de la salud de lo indígenas locales. Un ejemplo de esto es una carta de Miguel López de Legazpi escrita en Cebú en julio de 1567.
"No se les ha visto que tengan ídolos; a sus antepasados tienen por dioses y, quando están enfermos o tienen otra necesidad, acuden a sus sepulturas con grandes llantos y alabanzas a pedirles sanidad, favor y socorro, donde hacen ciertas limosnas y imbocaciones (sic); y ansimismo imbocan y llaman al Demonio, y dicen que le hacen venir en una caña hueca y que alli habla a las sacerdotisas, que por la mayor parte son mugeres las que hacen esta imbocación y hablan con el Demonio, y él la respuesta da al público y les dice lo que han de ofrecer, aves y otras cosas, según que pide y quiere el Demonio; y en estas imbocaciones ordinariamente, para que el Demonio venga a hablarles en la caña, sacrifican un puerco y se lo ofrecen. Y tienen muchas superticiones de esta calidad." (1)
Tal como en el continente americano, los europeos tuvieron que "re-inventar" con el sesgo de su cultura la geografía, la población y la cultura de los pueblos conquistados. En el caso de Filipinas, muchas de las labores de sanación eran obra diabólica.  María Belén Baños Llanas la creencia  popular en los anitos, "considerados espíritus tutelares o protectores, intermediarios entre el Báthala y los hombres, que estaban en todos lo ámbitos de la vida social." Personas especializadas, usualmente mujeres, oficiaban como sacerdotisas para atender los augurios de buena cosecha de arroz, evitar las catástrofes, ayudar en los partos.

Especialmente en caso de enfermedad se acudía a las anitera, especie de curandera en las islas Filipinas.  Estas llevaban una caña delgada, con la que auscultaban a la persona enferma y aspiraban los males con la caña. De su boca, las aniteras sacaban unas piedras que se creía eran la materialización de la enfermedad. Mientras los conquistadores veían en ello influencia diabólica, los filipinos confiaban en la eficacia de la curación.

"Si 'profetizaban' la vida, todos comían y bebían, cantando las tradiciones de los antepasados del enfermo, es decir, de sus anitos, a quienes se ofrecía el sacrificio. Por el contrario, si 'profetizaban' la muerte, alababan al enfermo por cuyas virtudes y proezas los anitos lo habían elegido para ser uno de ellos. A partir de entonces, los familiares y amigos tratarían al enfermo como si fuera un anito. No obstante, e independientemente del resultado de las predicciones, siempre terminaban con una fiesta, con música, comiendo y bebiendo."

Por su parte, la historiadora mexicana Paulina Machuca ofrece un contexto de largo plazo para comprender el intercambio biológico entre Filipinas y México, de lo que nos ocuparemos en otro momento. Por lo pronto, tomamos un pasaje de los primeros años del translado de plantas entre Filipinas y la Nueva España que indican la importancia que algunos colonizadores otorgaron al cultivo de plantas de interés medicinal. Guido de Lavezares escribió en 1569 cómo había procurado introducir la raíz de jengibre (Zingiber officinale), el arbol de tamarindo (Tamarindus indica) y semillas de pimienta (Peper nigrum) para ser cultivado en la Nueva España. Envió muestras en el galeón San Juan que zarpó de Cebú en julio de 1567 rumbo a Acapulco. No se tiene conocimiento del resultado de esta iniciativa de Lavezares. (2)

Muchas cosas habrían de cambiar en los años siguientes, sobre todo con la transformación de Manila en un puerto comercial importante que comunicaba Asia y América. Con ello se acentuó la migración china hacia las islas y la fundación del Parián en el que se encontraban, además de productos de consumo, porcelanas y textiles, numerosos remedios de origen chino. Esto agregó otro ingrediente en la concepción médica en Filipinas y en la región del Sudeste Asiático, pues el conocimiento médico que procedía de China llegó en manos de los comerciantes. Como tanto otros conocimientos tradicionales, las compilaciones de los académicos llegaban muchos años y hasta siglos después, este es el caso del compendio  más importante de medicina china.

La influencia china (3)

El Ben Cao Gang Mu (本草纲目) es un compendio de materia médica del siglo XVI en forma manuscrita en 20 volúmenes, compilado por Zhao Xuemin (hacia 1719-1805), oriundo de Qiantang (actual Hangzhou), provincia de Zhejiang. El libro es considerado el trabajo médico más importante de la dinastía Qing. Zhao Xuemin era hijo de un médico de renombre, y tanto él como su hermano siguieron los pasos de su padre. Zhao era conocido como un ávido coleccionista de obras médicas, farmacológicas y astrológicas. Cultivó un jardín de hierbas, probó las propiedades de varias plantas y dirigió una clínica.

Ben Cao Gang Mu

Esta obra originalmente formaba parte de la serie de 100 volúmenes titulada Liji shi er zhong (Doce series de Liji), que Zhao completó durante décadas de coleccionar y arreglar. El trabajo se agrupó en 12 categorías, abarcando varios temas médicos relacionados con enfermedades, curaciones y materia médica, incluyendo la medicina popular.

De las 12 categorías, sólo existen dos, que fueron revisadas e impresas por Zhang Yingchang en el décimo año del reinado de Tongzhi (1871). El prefacio de este manuscrito afirma que el autor tardó 40 años en completar la obra, entre 1765 y 1805, durante los reinados de los emperadores Jiaqing y Qianlong, ambos de la dinastía Qing.

Este cuerpo de conocimientos compila los conocimientos que, en la práctica, siguieron los chinos en su diáspora hacia diferentes puntos en el sudeste de Asia, especialmente Filipinas.

La influencia del comercio de la Nao (4)

La bióloga mexicana Reyna María Pacheco Olvera ha estudiado el intercambio de plantas a bordo del Galeón de Manila. Ella informa que se comerciaron con fines medicinales plantas secas como la manzanilla, en preparaciones en agua, aceites y ungüentos. "(t)ambién se enviaban semillas, raíces y frutas como la pimienta malagueta (Pimienta dioica L.), la raíz de jalapa (Convolvulus jalapa L.), la quina de Perú (Cinchona officinalis L.), el azafrán (Crocus sativus L.) y los dátiles (Phoenix dactylifera L.), e incluso se transportaron plantas vivas, como la violeta (Violeta officinale L.)."

El intercambio era claramente en ambos sentidos, pues el consumo europeo y americano de plantas para usos farmacéuticos incorporó las de origen asiático.  Se crearon empresas dedicadas a su cultivo, si era el caso de que fuera más barato producirlas, por ejemplo en México, o importarlas desde Filipinas. "Por ejemplo, (...) la industria farmacéutica se vio favorecida al enriquecerse con el intercamnio de productos para remediar diversos padecimientos. En México se conocen numerosos remedios de herbolaria tradicional en l que se utilizan especies introducidas como manzanilla, ricino (Ricinus communis L.), ruda (Ruta graveolens L.), perejil (Petroselinum sativum Hoff.), orégano (Origanum vulgare L.), además de las especies nativas."

El Galeón de Manila fue un vehículo esencial para lograr este intercambio, enriqueciendo tanto el acceso a remedios médicos, como a productos textiles y alimentos.

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(1) Patricio Hidalgo Nuchera (ed). Los Primeros de Filipinas. Crónica de la Conquista del Archipiélago. Madrid: Miraguano Ediciones y Ediciones Polifemo, 1995. pp. 221.

(2) Reflexiones sobre Materia Médica China. Disponible en línea: https://www.researchgate.net/publication/280447053_Reflexiones_sobre_Materia_Medica_China [consultado: Mar 02, 2019].

(3) Paulina Machuca. "The arrival of American plants in the Philippines: ecological colonialism in the sixteenth-to-eighteent centuries." Anais de História de Além-Mar, XV (2014). pp.231-260.

(4) Reyna María Pacheco Olvera, "El intercambio de plantas en la Nao de China y su impacto en México.", en Caminos y mercados de México, Janet Long Towell y Amalia Attolini Lecón (coordinadoras). México: UNAM, Instituto de INvestigaciones Históricas e Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2009. pp. 593-608.

Se puede consultar también el portal iniciado por esta investigadora: https://sites.google.com/site/ethnobotanynao/