El famoso viajero italiano Giovanni Francesco Gemelli Careri describió Acapulco hacia el año 1697 como una pequeña e inhóspita aldea cuyo único atractivo era recibir al galeón de Manila. “En cuanto a la ciudad de Acapulco, me parece que debería dársele más bien el nombre de humilde aldea de pescadores (tan bajas y ruines son sus casas, hechas de madera, barro y paja) que el engañoso de primer emporio del mar del Sur y escala de China” . En la versión en español de su crónica de viajes se cita el Diccionario Geográfico de las Indias Orientales, de Antonio de Salcedo, indicando que la población permanente de Acapulco era de cerca de “400 familias de chinos, mulatos y negros” (1).
La llegada del galeón a Acapulco era el acontecimiento comercial más importante de la Nueva España. Hasta el puerto se trasladaron comerciantes de todo el país y de otros virreinatos. Aparte de las mercancías, llegaban también los asiáticos “que por rara vestimenta llamaban poderosa la atención; y aún más, por su ininteligible hablar pero que dábanse a entender por medio de señas cuando trataban a adquirir algún objeto, para ellos curioso, de las manufacturas de Nueva España. No faltaba en aquel maremagnum curanderos y yerberos que curaban toda clase de males, y hasta los embrujados por cheneques; otros, que adivinaban la suerte con sus naipes; llegaban también comediantes que en corrales al aire libre, representaban actos dramáticos y comedias que habían aprendido de los frailes franciscanos, obteniendo buenos ingresos” (2).
La feria de Acapulco era de la mayor importancia para la Nueva España pues en ella se cumplía el ritual anual de descargar el galeón, verificar la carga (lo que casi nunca se hacía) , y luego de que desde la capital se determinara el monto de impuestos a pagar, se iniciaba el regateo por las mercancías. A esta fería asisitieron hasta medidados del siglo XVI los comerciantes venidos del Perú, hasta que fue prohibido el comercio entre ambas colonias, lo que dio pie al contrabando de plata peruana por productos asiáticos, en puertos secundarios como Huatulco.
En Acapulco llegaron a venderse esclavos de la tribu caffir, provenientes del Sur de Africa. Vale notar que la forma de llamar en español a estos esclavos negros era “cafres”, igual que algunos automovilistas de ahora en la Ciudad de México.
Gemelli Careri hace referencia a que durante su breve estancia en Acapulco, antes de pasar a la Ciudad de México, hizo la venta de un negro de su propiedad “el viernes 8 (de enero de 1697) queriendo el contramaestre del almirante comprarme un negro, después que fue determinado su precio en cuatrocientos pesos, comenzó a oprimirle los labios, las mejillas y las piernas, para ver si estaba hinchado, sin considerar que los negros tienen por naturaleza los labios gruesos e hinchados” .
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1. Gemelli Carrieri, Giovanni Francesco, Viaje a la Nueva España. UNAM, México. 1979.
2. Tomás Oteiza Iriarte. Acapulco, ciudad de las Naos de Oriente y de las sirenas moderas p 89
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