A principios del siglo XVII, comerciantes, misioneros, marinos del ámbito hispano describieron con entusiasmo y con bastante detalle la geografía por la que iban avanzando, desde el sur del continente americano hasta los archipiélagos asiáticos. Sus crónicas de las Indias Orientales y Occidentales aportan una gran cantidad de información, pero también una visión de ellos mismos confrontados con otras realidades, maravillados con mundos ajenos.
Leyendas como las de El Dorado fueron motivo suficiente para movilizar a cientos y miles de personas para cruzar los océanos, con riesgo de sus vidas, con la intención de cambiar su fortuna personal. Claro está que también el celo religioso cumplió un papel central en este despliegue humano, pero es importante resaltar el imaginario colectivo europeo de esa época y como se reflejaba hasta en los más remotos rincones del viejo continente.
En la mentalidad europea del siglo XVII el continente asiático y sus habitantes seguía cubierto por el velo del misterio y de la confusión. El jesuíta José de Acosta publicó en Sevilla en 1590 su Historia natural y moral de las Indias, en las que intercala comentarios sobre las Indias Orientales, en contraste con las Indias Occidentales, más tarde conocida como América (1).
Las Filipinas e islas consecuentes, según personas pláticas (personas conocedoras) de ellas refieren, corren más de novecientas leguas; pues tratar de la China y Conchinchina y Siam, y las demás provincias que tocan a la India Oriental, es cosa infinita y ajena de mi intención, que es sólo de las Indias Occidentales.
Sin embargo sí opina sobre el ensanchamiento del mundo, la globalización que arrastraba a todos. Describe los esfuerzos del descubrimiento de sus contemporáneos sobre todo españoles:
Esto descubrirá el tiempo, que según es la diligencia y osadía de rodear el mundo por una y otra parte, podemos bien creer que como se ha descubierto lo de hasta aquí, se descubrirá lo que resta, para que el santo Evangelio sea anunciado en el universo mundo, pues se han topado por Oriente y Poniente haciendo círculo perfecto del universo, las dos coronas de Portugal y Castilla, hasta juntar sus descubrimientos, que cierto es cosa de consideración que por el Oriente hayan los unos llegados hasta la China y Japón, y por el Poniente los otros a las Filipinas, en donde está la ciudad de Manila, hasta Macán (Macao), que es la isla de Cantón, no hay sino ochenta o cien leguas de mar en medio. Y es cosa maravillosa que con su cuenta, de suerte que en Macán es domingo al mismo tiempo que en Manila es sábado, y así en lo demás, siempre los de Macán y la China llevan un día delantero, y los de las Filipinas le llevan atrasado.
Impacto de Oriente en la literatura
Hemos mencionado en entradas anteriores el atractivo que tuvo Asia en escritores de la talla de Cervantes o Lope de Vega, pero aún don Luis de Góngora y Argote parece atraído por las maravillas de Oriente en algunas de sus obras. Lo menciona como origen de lujos inimaginables en la Fábula de Polifemo y Galatea . ¨Una nave encallada en la playa despliega las riquezas del Oriente (...) en cajas los aromas de Sabeo - en cofres las riquezas de Cambaya¨ (¿Camboya?). También se refiere al Oriente por la fama de sus diamantes en el Panegírico al duque de Lerma:
LX
Ambicioso Oriente se despoja
Ambicioso Oriente se despoja
de las cosas que guarda en sí más bellas;
Ceilán cuantas su esfera exhala roja
engasta en el mejor metal centellas;
de su veneros registró Camboja
las que a pesar del Sol ostentó estrellas:
el esplendor, la vanidad, la gala
en el templo, en el coso y en la sala.
LXVII
Solicitado el holandés pirata
de nuestra paz o de su aroma ardiente,
no solo no al Térnate le desata,
mas su coyunda a todo aquel Oriente.
Del mar es de la aurora la más grata,
cuando no la mayor del continente,
isla Térnate, pompa del maluco,
de este inquirida siempre y de aquel buco.
el esplendor, la vanidad, la gala
en el templo, en el coso y en la sala.
LXVII
Solicitado el holandés pirata
de nuestra paz o de su aroma ardiente,
no solo no al Térnate le desata,
mas su coyunda a todo aquel Oriente.
Del mar es de la aurora la más grata,
cuando no la mayor del continente,
isla Térnate, pompa del maluco,
de este inquirida siempre y de aquel buco.
Este última estrofa menciona las islas de la Especiería, misteriosas y deseadas por sus riquezas.
En suma, estos ejemplos literarios dan muestra del interés europeo por el Oriente y al propio tiempo un conocimiento vago de los reinos del sudeste de Asia, como es el caso de Camboya. En este conjunto se inscribe la obra que hemos venido mencionado de Andrés Claramonte, quien con un afán de mezclar ambientes transfiere el reino de Camboya a América... y lo localiza junto a Chile! El rio Calac que separa a estos dos reinos es en realidad el océano Pacífico.
El autor del Gallinato
Andrés Claramonte ha sido considerado un autor secundario, en deuda con muchos autores, plagiario. Sin embargo refleja la nueva tendencia teatral de mezclar hechos, lugares y personajes de manera exagerada. Alfredo Rodríguez, filólogo español es más amable con la obra de Claramonte y arroja luz sobre la personalidad del autor (2).
La comedia heroica El nuevo rey Gallinato y ventura por desgracia, de Andrés de Claramonte es una de la primera obras (representada ya en abril de 1604) en las que se propone la figura del hombre del Nuevo Mundo. Como obra de una época en la que todavía no se había asentado el modelo lopiano (de Lope de Vega) clásico esquematizado por el Arte nuevo, aparecen elementos heterogéneos (como la personificación de figuras morales) y escenas y parlamentos resueltos tal vez de forma apresurada; junto a ello, el plan general de la obra y el tratamiento de la trama con un sólido sentido del espectáculo teatral ofrecen una serie de valores dramáticos y escénicos muy notables, que contrapesan los errores parciales que la crítica ha señalado. Una apreciación equilibrada de esta obra primeriza debe contemplar ambas cosas, tanto las luces como las sombras.
Algunos críticos consideran que Claramonte fue el creador del personaje arquetípico del Burlador de Sevilla, que fue lanzado a la fama literaria en la obra de Tirso de Molina y que aún goza de cabal salud por medio de Don Juan Tenorio. Lo dejo como apunte, pues la razón por la que aquí mencionamos a este autor es que el relativo éxito de su obra situada en Camboya responde al interés del público hispano del Siglo de Oro por conocer historias extraordinarias de mundos apenas conocidos.
__________________
(1) José de Acosta, Historia Natural y Moral de la Indias. Edición preparada por Edmundo O´Gorman, Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires, segunda edición, revisada, 1962.p 131.
(2) Alfredo Rodríguez López-Vázquez, Universidad de la Coruña, Hispanoamérica en el teatro del siglo de oro: el nuevo Rey Gallinato y Ventura por desgracia de Andrés de Claramonte. ¨La obra fue representada en Salamanca por la compañìa de Baltasar de Pinedo al menos en dos ocasiones, en marzo y septiembre de 1604. Fueron representaciones que tuvieron éxito, puesto que fue una de las poquísimas obras de ese repertorio de Pinedo (que contaba con varias obras de Lope) que repitió en ambas ocasiones. El público no ve aquí sólo una historia, ve también una propuesta ideológica, estética y moral¨.
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