Distraigo a los amables lectores con un asunto que no atiende directamente al tema de la Nao de China, pero que creo que puede ser de interés debido a que ejemplifica el ambiente cultural en que eran recibidas las influencias orientales en el siglo XVIII americano, en este caso en Cusco, Perú.
Se trata de una serie de pinturas que corresponden a la fiesta del Corpus Christi en aquella ciudad.
La primera noticia que tuve acerca de las pinturas del Corpus Christi en Cusco fue por medio de un disco de Gabriel Garrido con ese título. En 2009 tuve la fortuna de viajar a Cusco y conocer las obras en el Palacio Arzobispal, una experiencia sorprendente que quisiera compartir ahora.
En 1675 el obispo Manuel de Mollinedo y Angulo ordenó a artistas locales dieciocho grandes lienzos, de dos por dos metros, para dar a conocer el gran despliegue que se hacía en la celebración de esta fiesta católica. De Hecho, era la segunda más importante después de la semana santa, aunque la festividad se ha perdido con el tiempo.
Lo interesante de las pinturas, de las que sólo quedan dieciséis, es la frescura con la que muestran los rostros de la población indígena integrada en el ritual barroco, así como del pueblo criollo y de algunos negros que aparecen en ciertos ángulos.
Una tras otra, iban apareciendo las diversas congregaciones religiosas de la ciudad, en este caso los mercedarios, con sus túnicas blancas.
Los descubrimientos musicológicos realizados en la segunda mitad del siglo pasado, especialmente a cargo de Robert Stevenson, permiten destacar que la celebración tenía también una parte musical muy importante, con aportaciones de maestros españoles residentes en Perú y maestros criollos, así como músicos indígenas.
Es por ello que recomiendo escuchar el famoso Hanacpachap Cussicuinin, para darle una textura musical a estas obras pictóricas.
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