Antonio de Morga indica el año de 1594 como fecha del arribo a Manila de ¨un junco grande, en que venían algunos Cambojas y Sianes y pocos Chinas¨. En ese navío llegaba Belloso, y de inmediato se reunió con Blas Ruys Hernán González (en adelante, Blas Ruiz), con quien se preparó para convencer al nuevo gobernador de las islas, Luis Dasmariñas, para que enviara tropas para defender ahora al Rey de Camboya contra el Siamés. Este joven gobernador era hijo de Gómez Pérez Dasmariñas, quien fue
asesinado un año antes, en 1593, cuando iba hacia las islas Molucas.
Belloso y Blas Ruiz lograron primero el apoyo de los influyentes dominicos o, como dice el cronista, ¨los tomaron como valedores¨ ante el nuevo Gobernador. Seguramente en sus relatos mostraba la parte fiera de su carácter, sin explicar lo ocurrido realmente en Camboya y con el Rey de Siam. Tenía ante sí a un público deseoso de aventuras y era sencillo conmover a los frailes y al joven gobernador de la posibilidad de una gran hazaña con bajo costo en los países vecinos.
Luis Dasmariñas, un hombre joven y con poca experiencia decidió enviar a Camboya una armada comandada por el sargento mayor de Manila, Juan Juárez Gallinato, compuesta por tres barcos con 120 españoles y algunos mercenarios japoneses y filipinos a bordo. Es importante señalar que las autoridades de Manila, el Ayuntamiento y el jefe militar, no vieron ninguna justificación para la empresa autorizada por el Gobernador con el apoyo de los religiosos de la Orden de Santo Domingo.
Antonio de Morga, a la sazón Capitán General de las islas, señaló en su momento tres razones en contra de tal decisión, mismas que quedaron por escrito: la mermada población española que permanecía en Manila; el desconocimiento de lo que realmente sucedía en Camboya, y el peligro político de hacer enemigo al Rey de Siam, del que tampoco se conocía el verdadero poder. Con tales conflictos, de Filipinas partió la misión hacia su incierto destino.
Quizá para atemperar los argumentos expuestos por el Capitán General, el gobernador Luis Dasmariñas consideró útil realizar una maniobra de distracción, por lo que envió de regreso a Tailandia a la tripulación que había llegado con Belloso, incluyendo para el efecto algunos regalos para el Rey de Siam, pensando que con esa treta podría ocultar sus verdaderas intenciones. Como es lógico, tal maniobra habría de resultar de lo más desafortunada, ya que el Gobernador actuaba del mismo modo que los mercenarios a quienes respaldaba.
De cualquier modo, la armada española enfrentó días después un temporal que dispersó las naves. Juárez Gallinato encalló en Singapur, una pequeña y hermosa isla anclada en el océano malayo, mientras que Belloso y Ruiz llegaron a la desembocadura del río Mekong, unas 600 millas al norte. Así, un viaje que regularmente tardaba ocho días culminó en semanas de padecimientos en medio de la selva.
Finalmente, Belloso y Ruiz lograron reunir sus tropas y llegar a la capital camboyana (Chordemuco) y encontraron un escenario completamente distinto al que suponían. Los camboyanos, lidereados por un hombre llamado Anacaparan, habían echado fuera a los siameses y habían colocado a su líder en el trono de Camboya. Los españoles decidieron aprovechar la situación y, en espera del capitán Gallinato, trataron de ponerse a las órdenes del nuevo jerarca camboyano, quien vivía a cierta distancia de la capital, en una aldea denominada Sistor. Sin embargo, el nuevo líder desconfió de los soldados procedentes de Filipinas, no aceptó recibirlos, aunque tampoco actuó en su contra.
En aquel momento, había en la capital camboyana seis barcos chinos y, en los días de espera, los españoles comenzaron a tener fricciones con sus tripulantes ¨por razones de honorº. No tardó esta situación en convertirse en otro acto de vandalismo, cuando los españoles mataron a gran número de chinos y les robaron sus mercancías. El Rey camboyano censuró tales actos y los españoles decidieron acudir a su corte en Sistor, a nueve leguas de distancia, para presentar una carta, falsificada, del Gobernador de Filipinas (la original estaba en manos de Juárez Gallinato, en Singapur). Anacaparan no los recibió y por el contrario los mantuvo a distancia, ordenándoles terminantemente reintegrar las mercancías a los chinos.
Temerosos de su situación, Belloso y Ruiz decidieron escapar pero, antes de hacerlo, hacia la media noche entraron a la aldea donde estaba el rey Anacaparan, incendiaron las chozas y asesinaron a muchos camboyanos y a su líder. Sólo entonces dieron la media vuelta para regresar a FIlipinas, perseguidos por los airados camboyanos. Cuando llegaron a la capital camboyana encontraron a Juárez Gallinato, quien recién llegaba de Singapur y trataron de convencerlo de ocupar Camboya. Deseaban persuadirlo de que, una vez muerto el Rey, muchos líderes y señores camboyanos aceptarían la tutela española. Gallinato decidió no proseguir con tal desatino y reprendió a sus subalternos por los enfrentamientos recién ocurridos, aunque...¡les incautó el botín! y se fue rumbo a Vietnam.
Sin embargo, Belloso y Ruiz lograron convencer a su capitán de que ellos viajarían a la capital de Laos, Langxan, donde estaba exiliado el rey legítimo de Camboya, Praucar Langara. Días después llegaron a la ciudad que hoy se conoce como Vientián y encontraron una nueva sorpresa: el Rey había muerto y sólo quedaba su hijo, un adolescente del mismo nombre, aficionado al alcohol y dominado por su abuela y sus tías. Convencidos de que, ante las nuevas circunstancias, era el momento de entronizar al joven los españoles regresaron a Camboya, río abajo, en diez embarcaciones, acompañados de los camboyanos leales al nuevo monarca.
Monumento a Diego Belloso en Camboya s/f
Luego de asesinar a los que se oponían a este nuevo Rey, Belloso y Ruiz obtuvieron el reconocimiento oficial como caballeros (Chao Phraya) de Camboya, comandantes militares y jefes cada uno de una provincia. En la efímera corte del joven Praucar las circunstancias se fueron complicando para los españoles, debido a que un militar musulmán, probablemente venido de Malasia, se amancebó con una tía del Rey y paulatinamente disputó la influencia de Belloso y Ruiz sobre el joven monarca. Al cabo de poco tiempo, dicho líder militar pudo dominar completamente la situación y expulsar a los españoles.
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Antonio de Morga,
Sucesos de las islas Filipinas, capítulo V. p.92.