Hemos venido hablando de las propuestas formuladas por diversos personajes para mejorar la situación económica del sistema imperial español. Iniciando con los
arbitristas, que hacían públicas sus propuestas con la intención de hacerlas llegar a los administradores más elevados en Madrid, hasta funcionarios encargados de regiones específicas, en este caso Filipinas, quienes también ofrecían sus ideas para resolver problemas de tipo económico. En esta ocasión hablaremos de una propuesta que tuvo importante acogida en el Consejo de Indias hacia 1640. El promotor de las ideas de cambio fue el Procurador General de las Filipinas en 1635, Juan Grau y Montfalcón, en un documento de 136 páginas, con 85 propuestas (1).
El documento fue resumido por el autor, cinco años después de su propuesta original, en una versión para el Consejo de India que contiene cuatro puntos:
1. "(...) en qué cantidad y en qué forma ha de correr de aquí adelante el Comercio de aquellas islas."
2. "(...) sí será conveniente, que la permission de que hoy gozan, a sí en la traída de las mercaderías como en el retorno de la plata, se les crezca y aumente."
3. (...) sí han de comprender en la cantidad del permiso de las mercaderías, las que son propias de las Islas o se han de entender en solas las de la China."
4. (...) sí se ha de abrir el comercio del Perú a Nueva España, como solía hacerle, por el da;o que suspenderse resulta a las Philipinas y Nueva España."
En lo que podría considerarse una pieza valiosa de análisis geopolítico, Juan Grau y Monfalcón aduce sobre estos temas:
"Las Islas Philipinas son precisamente necesarias. Lo primero, para aumentar la predicación evangélica. Lo segundo, para conservar la autoridad, grandeza y reputación de esta Corona. Lo tercero, para defender las Islas del Moluco y su contratación. Lo cuarto, para sustentar la India Oriental. Lo quinto, para aliviar de enemigos las Occidentales. Lo sexto, para quebrantar la fuerza de los holandeses, ayudar la de las dos coronas de Castilla y Portugal. Lo séptimo, para amparar el comercio de la China para ambas."
Este memorial fue presentado al obispo Juan de Palafox a su llegada a México, para comenzar una acción exhaustiva de revisión del comercio con Filipinas. El prelado estuvo en América de 1640 a 1649 con la doble función de obispo y visitador, por lo que tomó muy en serio entre sus tareas favorecer la relación con el Oriente, como hemos intentado mostrar en un
ensayo publicado recientemente en la revista de
Historia Novohispana No. 52, de la UNAM.
Regresemos atrás en el tiempo, para explicar la importancia de estas propuestas.
Desde el inicio del comercio a través del Pacífico, 1565, se siguió una línea práctica, dedicada a responder a las necesidades de comerciantes, viajeros y funcionarios. Podría calificarse de
política errática, que abrió oportunidades para muchos atrevidos que cruzaron gratis el océano y comenzaron a hacer fortuna en Filipinas. También permitió
abusos, especialmente contra los filipinos, a quienes se
obligaba a prestar sus servicios a los recién llegados (españoles, criollos mexicanos y varios más) bajo dos criterios: que los indígenas recibían educación religiosa y que la prioridad de la colonia giraba en torno a las
necesidades del galeón. Al final del siglo XVI la corona intentó corregir esta anarquía y comenzó una ciclo continuo de ajustes por medio de cédulas reales que tenían poco efecto real en la mecánica comercial. En 1593 se decidieron nuevas regulaciones para el comercio conocidas como
Permission (así, en español antiguo). Eran los años iniciales y todo obedecía a un espiritu de exploración y prueba.
El sentido general las regulaciones de 1593 atendían cuatro aspectos:
-periodicidad anual de las navegaciones, dos galeones cada año.
-carga máxima de 300 toneladas
-navíos, aparejos vituallas y salarios correrían por cuenta del erario real
-implantación de la
permissión, lo que de manera práctica eran licencias de comercio.
La historiadora Carmen Yuste explica en su Introducción al libro publicado en 1736 por Antonio Álvarez de Abreu (2) que el comercio con Oriente se concentró entre Filipinas y Nueva España. "(...) ante la imposibilidad de administrar directamente Las Filipinas debido a la lejanía, la metrópoli cedió a la Nueva España esta función, y si bien le impuso el envío del situado anual a las Islas, permitió por otro lado el establecimiento de un comercio intercolonial que habría de dar grandes beneficios a la Nueva España. Los productos que por este comercio se introducían eran básicamente telas -de algodón y sobre todo sedas-, especias -canela, clavo y pimienta- y productos de loza y marquetería que encontraron en el mercado novohispano una gran demanda. El comerciante filipino, por su parte, compraba productos propios de la Nueva España, mercancía europeas llegadas por Veracruz y extraía cantidades considerables de plata".
Prosigue la doctora Yuste: "Estas características del tráfico comercial entre Las Filipinas y Nueva España provocaron la oposición continua de los monopolistas andaluces, ya que los colocaba en una situación desfavorable. En primer lugar, porque los beneficios de este tráfico muy pocas veces lllegaban a ellos. En segundo, porque el galeón era un fuerte competidor de la flota española, que cargada de mercancías europeas entraba por Veracruz. Y por último, porque si en un principio los comerciantes novohispanos mantuvieron intereses comunes con los comerciantes andaluces, lograron mediante el comercio directo con Las Filipinas un poder económico que les permitió imponer condiciones a los flotistas. Además, no debemos olvidar la importancia de Manila como centro del comercio oriental, a la cual llegaban todos o casi todos los mercaderes asiáticos a realizar sus transacciones. Estas transacciones se hacían, la mayoría de la veces, por el intermedio de la plata que recibían los filipinos de Nueva España. Ello provocó también la oposición del comercio andaluz, que si bien veía en Las Filipinas un gran mercado, encontraba por otra parte en ellas un punto de escape de la plata americana que por mediación de los chinos y otros grupos orientales llegaba a ingleses y holandeses, potencias comerciales interesada en el mundo asiático."
En suma, los intereses religiosos, económicos y políticos que movilizaban al imperio, así como la amenaza de las potencias del norte de Europa en aguas asiáticas, motivaron al Consejo de Indias a tomar en consideración la propuesta formulada por Grau y Montfalcón. Otro asunto es que hayan logrado sus propósitos.
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(1) Memorial dado al Rey en su Real Consejo de las Indias por D. Juan Grau y Montfalcón, procurador general de las islas Filipinas, sobre las pretensiones de la ciudad de Manila y demás islas del Archipiélago en su comercio con las Nueva-España. Afortunadamente el
documento está en línea. También una
traducción al inglés.
(2)
Alvarez de, Abreu. Extracto Historial del Comercio entre China, Filipinas y Nueva España, Vol. 1 de 2 tomos. México: Instituto Mexicano de Comercio Exterior, 1977. Introducción, notas y arreglo del texto por Carmen Yuste. pp. 9-13. En este libro se compendian los primeros 150 años de legislación del comercio del Pacífico. El libro de Alvarez fue traducido al inglés por Emma Blair en
The Philippine Islands, Vol XXX
Creo importante resaltar que ya es muy difícil encontrar la colección del IMCE, dirigida por el doctor Enrique Florescano, en la que aparecieron publicados muchos e interesantes textos para el conocimiento del comercio desde la época prehispánica, la Nueva España y la etapa independiente. Sería muy útil que en el ámbito universitario y gubernamental se hiciera el esfuerzo para editar una nueva colección para beneficio de las nuevas generaciones de investigadores de la historia y de la economía de México.