Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.

sábado, 25 de agosto de 2012

El triángulo del sur

El gran escritor Rafael Bernal reflexiona acerca de las diferencias entre la Nueva España y Perú respecto a su posición frente al mar. Mientras que la expansión española en el virreinato del norte se adentró en el altiplano mexicano y dejó como única comunicación con la metrópoli el puerto de Veracruz en el Golfo de México, el virreinato del sur fundó su capital a la orilla del mar. Mientras las ciudades mexicanas (Puebla, Guadalajara, México) dan la espalda al mar, Lima se convirtió con el Callao en ciudad mercantil y marítima.

Los peruanos requerían el contacto con España por la vía marítima de Panamá; con la Nueva España bordeando el istmo centroamericano y también por mar se comunicaban con los puertos de Valparaíso y Concepción en Chile.

Quizás está en lo correcto, los peruanos tenían más vocación marítima que los novohispanos. No obstante esa posible inclinación histórica no fue suficiente para que fuera el virreinato peruano el que dominara el comercio con el Pacífico. ¿Qué factores impidieron ampliar el papel de Perú en la conquista del Gran Océano? Debe quedar claramente establecido sin embargo que en el siglo XVI se realizaron varios intentos para alcanzar desde el Perú las grandes extensiones del Pacífico sur, en empresas que probaron el fracaso pero que no dejan de estar llenas de fantasía y aventura.

En entradas anteriores hemos hecho el recuento de expediciones en la enorme área del Pacífico, donde destacan varias que iniciaron en el puerto del Callao. Estas experiencias prueban que a finales del quinientos se conocían al menos tres grandes rutas en aquel océano: la trazada por Magallanes y seguida luego por Loayza; la ruta de Saavedra Cerón y la del Tornaviaje.

Estas tres rutas, si bien eran las fundamentales para el tráfico entre México y el Oriente, dejaban hacia el sur un enorme triángulo sin descubrirse, que se extendía del estrecho de Magallanes a Guam y la Nueva Guinea. Y en este enorme vacío la imaginación de los geógrafos colocaba el quinto continente, llamado ¨Austral¨, donde seguramente habría toda suerte de riquezas y de secretos admirables, amén de naturales que convertir a la fe de Cristo. Este continente, según los cartógrafos, estaba separado de América por el estrecho de Magallanes, así que la Tierra del Fuego no era una isla sino parte de esa inmensidad de tierra que, según Sarmiento de Gamboa, era necesaria para equilibrar las masas de agua y tierra sobre la superficie del globo. Y seguramente en ese continente se encontrarían todos los lugares mitológicos que ya se esperaba hallar en América o en Asia. Allí sin uda estarían las islas maravillosas en las cuales el rey Salomón había logrado el oro para el templo de Jerusalén y la Antípoda, donde los habitantes tenían la cabeza colocada bajo los hombros.


Mapa tomado de la página de Jorge Juan Sánchez, viajero.

En busca del mito marítimo, el 19 de noviembre de 1567 zarparon del Callao dos naves al mando del joven Alvaro Mendaña de Neira, sobrino de Lope García de Castro, en aquel tiempo presidente de la Real Audiencia de Lima. Una de las naves quedaba bajo el mando del piloto Pedro Sarmiento de Gamboa, doce años mayor que Mendaña y probablemente el inspirador de esa empresa.

Volveremos sobre este asunto.

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Rafael Bernal, El Gran Océano. Banco de México, México, 1992, pp. 239-250.


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