En el archipiélago filipino, la cantidad y diversidad de pueblos es francamente enorme. Sabemos que la geografía explica la historia, pero el conjunto de más de 7,000 islas que conforman a este país induce sobre todo a la descentralización política, administrativa e incluso religiosa. Es muy difícil la tarea de crear estructuras unificadas, si se toma en cuenta la diversidad geográfica, la densidad poblacional y variantes notables en fertilidad del suelo y acceso (incluso con pequeñas islas montañosas).
Ante esta variedad se estableció una distribución territorial específica de las órdenes religiosas en Filipinas, ya que no podían todas estar en todos los lugares. Los primeros en llegar, agustinos y franciscanos, fueron beneficiados con amplio territorio misionero en la zona tagala, en Luzón, la principal isla tanto por superficie como por población. Los agustinos también obtuvieron además las provincias de Pampanga e Ilocos en tierras fértiles del archipiélago. Los franciscanos se ocuparon también de la provincia de Camarines, donde se habla Bikol o Bicolano.
También en Luzón, se instalaron los jesuitas, mientras que los dominicos se ocuparon de la comunidad china en las inmediaciones de Manila, así como en Pangasinan y Cagayan.
Más al sur...
... el grupo de las islas Bisayas fue dividido a lo largo de líneas lingüísticas y geográficas entre agustinos y jesuítas. Esta fue la zona de arribo de los españoles, con la capital en Cebú y por cierto tiempo se pensó en que sería el centro de control del archipiélago, pero varias décadas más tarde los europeos se trasladaron a Manila, en la isla de Luzón.
En un principio, se tuvo que echar mano de misioneros preparados en la Nueva España, pero pronto se observó un declive en la calidad del trabajo misionero, señala John Leddy Phelan, por lo que fue necesario reformar la estructura de las misiones a fin de lograr mayor control, sobre todo en espacios remotos, con poca población. Surgía así un problema constante en las islas: el poder de los frailes sobre las comunidades rurales.
Se establecieron cabeceras de región, a las que acudía la población en días de fiesta religiosa, como la Navidad y el Corpus Christi. Se intentó en un principio el método de las reducciones de pueblos, es decir, concentraciones de poblaciones dispersas, pero la geografía -nuevamente- hacia impracticable un sistema que tuvo relativo éxito en América desde el siglo de la conquista.
Las ilustraciones que aquí presentamos nos muestran una población bisaya en contacto con las corrientes comerciales y culturales de la región, profundamente influida por el islam.
La división de clases entre propietarios de la tierra y desposeídos alimentaba la práctica del trabajo servil por deuda, una especie de esclavitud ¨por contrato¨ que podía durar largos períodos. Los españoles continuaron con la costumbre, aunque frecuentemente la criticaban por razones ético-religiosas.
Los españoles quedaron impresionados con la costumbre de la población de Bisayas de tatuarse el cuerpo de manera integral. De inmediato fueron llamados ¨los pintados¨
John Leddy Phelan. The Hispanization of the Philippines. Spanish Aims and Filipino Responses, 1565-1700. The University of Wisconsin Press, Madison, 1959. p. 36.
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