El 27 de abril de 1565 llegó a la isla de Cebú, en el corazón del archipiélago filipino, la armada de Legazpi y Urdaneta, cuatro décadas después que la expedición de Magallanes. Se cerraba así un largo ciclo de intentos por alcanzar la ruta hacia el Oriente a través del océano Pacífico y de la carrera hacia las Indias que habían emprendido medio siglo antes las potencias europeas.
La llegada de la armada española enfrentó muchos inconvenientes debido a la presencia de tropas portuguesas en los alrededores, que por su acción violenta contra los indígenas (robos y saqueos a poblaciones inermes) habían sembrado el temor entre los habitantes frente a la presencia de extranjeros en sus pacíficas islas. Legaspi tuvo muchas dificultades para obtener agua y bastimentos; en Cabalián, Limasawa, Camiguin y Butuán los nativos huían ante la presencia de aquellas naves.
La mañana del 27 echaron anclas en la rada de Cebú una fragata, el galeón y la nave capitana, ya que el patache San Lucas se había perdido en el camino. La experiencia debió ser aterradora para los habitantes de las islas debido a sus experiencias previas con los portugueses.
El General López de Legazpi tenía en mente establecer un asentamiento en la zona e iniciar el comercio con la región, además de poder iniciar la evangelización católica en esas tierras. Persuadido de que el medio más eficaz para alcanzar sus propósitos sería por el momento utilizar medios pacíficos, intentó acercarse a los habitantes de la isla y ofrecer un entendimiento de paz.
Legazpi actuó con sagacidad para entrar en contacto con el jefe local, el rajá Tupas, quien en los primeros momentos eludió a los extranjeros. La historia más aceptada por siglos es que los soldados españoles encontraron una imagen del Santo Niño de Jesús, que posiblemente había sido regalada por Magallanes a la reina del lugar medio siglo antes. Los locales apreciaban la imagen por sus atributos mágicos, y la adoraban dentro de su propia religión, probablemente animista, como dadora de lluvia y de buenas cosechas. Desde entonces, la pequeña imagen es símbolo de Cebú y su culto está fuertemente asentado entre la población católica de ese país.
Un autor filipino describe de otra manera el acercamiento entre Legazpi y Tupas, en el marco de la fuerte hostilidad que causaba la presencia europea en la isla. Cierto día, un soldado español fue muerto por los cebuanos y en represalia Legazpi mandó capturar alrededor de 40 indígenas, entre los que se encontraba una sobrina de Tupas.
Legazpi decidió dar un buen trato a los prisioneros y en especial a la joven, a quien regaló ropas europeas y así fue presentada ante el jefe local. De esta forma se inició un acuerdo pacífico para mantener la presencia de los españoles en la isla de Cebú.
De aquella isla salió poco tiempo después la expedición en busca del tornaviaje hacia México a cargo del padre Andrés de Urdaneta. Cinco años más tarde se decidió ocupar la isla de Luzón y fundar Manila como capital de las Filipinas.
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José Sanz y Díaz. López de Legazpi, Alcalde Mayor de México -Conquistador de Filipinas. Ed. Jus, México. 1967.
Francisco de Icaza Dufour. Miguel López de Legazpi. Ed. Planeta Agostini, México, 2002.
Jose S. Arcilla S.J. An Introduction to Philippine History. Ateneo de Manila University Press. Fourth Edition, Manila,1994.
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