Hasta aquí hemos explorado la visión prevaleciente en los textos de divulgación sobre la presencia europea a raíz del asentamiento de los españoles en Cebú y posteriormente, en 1571, en Luzón, donde se funda la ciudad de Manila. Sin embargo, cabe preguntarse -como lo hacen
investigadores modernos- ¿cuál fue la visión de los habitantes de la región respecto al arribo de los poderes europeos a sus islas y corredores marítimos donde acostumbraban desplazarse libremente?
Los habitantes de Asia continental, desde China hasta la India tenían una antigua vinculación con la cadena de islas que desciende de la península malaya, recorre las tierras de Sumatra y Java y se adentra hasta la Nueva Guinea.
Al norte de aquel espacio se incluye Borneo, las Molucas y Filipinas. El comercio se regía durante siglos por las estaciones dominadas por el
monzón. Los chinos conocían la región como Mar del Sur (
Nanyang), mientras que los indios, los persas, los árabes y los malayos continentales la llamaron
Las tierras bajo el viento.
Este es el subtítulo que Anthony Reid da a su investigación sobre la historia de los países del sudeste de Asia en el período a la irrupción de los poderes europeos en esa región en el siglo XVI; antes y después de una profunda transformación del modo de vida de millones de personas, como consecuencia de la inserción de sus comunidades al torbellino del comercio mundial.
El período previo a la denominada era del comercio (que comienza en el siglo XV y concluye en el XVII) estuvo marcado en el sudeste de Asia por una intensa actividad marítima interna, entre puertos dominados por comerciantes locales indios, chinos, árabes, japoneses, que mantenían sus rasgos culturales en un equilibrio complejo. Baste mencionar la existencia de enclaves musulmanes o indúes en territorios budistas, en una convivencia pactada por siglos que fue funcional para todos los habitantes de esos reinos y comunidades.
El autor reconoce que en diversas corrientes de la historia regional, tal como se estudió y se enseñó hasta muy recientemente, se veía la realidad de la comunidades del sudeste de Asia en aquella época sólo como un telón de fondo de la gran expansión europea. Otra visión, de tipo nacionalista, abordó el asunto como una situación donde los asiáticos fueron victimas inermes más que como actores. Una más se dedicó a focalizar el estudio a aspectos regionales, aislados de las fuerzas y de las comparaciones internacionales.
La monumental labor de recopilar y hacer accesibles los acervos escritos del sudeste de Asia recayó en los académicos orientalistas, muchos de ellos con ánimo colonial, aunque esa tradición erudita, dedicada a las crónicas de los antiguos reinos, las exégesis religiosas o la poesía lírica, sirvió de poco para explicar en el mundo de la producción y el intercambio.
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Anthony Reid. Southeast Asia in the Age of Commerce, 1405 -1680. Silkworm Books, Bangkok, 1988.
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