En la tercera década de ese siglo, el precio de las especias había declinado por el exceso de oferta, hasta que en 1535, Venecia logró reconstruir sus redes de comercio al este del Mediterráneo como intermediaria de productos orientales, con lo que se agudizó la competencia.
Una segunda fuente de recursos de la corona fue el oro de Guinea, que también comenzó a declinar después de 1521. Otra fuente de ingresos fue la venta de esclavos africanos, que se convirtió en el rasgo más infame del impulso colonial portugués, como abastecedor de mano de obra esclava para sus propias colonias, Brasil en particular, y para las otras metrópolis europeas.
Stanley Paine resume así la situación:
A final de cuentas, Portugal carecía de los recursos para mantener y desarrollar su posición militar y comercial. El costo de la élite gobernante fue enorme, y crecía anualmente, a medida que la presión en el Oriente se hacía más pesada. La expansión marítima portuguesa no se fincaba en una economía nacional amplia y en expansión capaz de acumular e invertir grandes cantidades de capital. Estaba más bien orientada a las expediciones militares reales.
El autor señala que el comercio más lucrativo estaba monopolizado por la corona y no servía para generar crecimiento de una clase media amplia y productiva. Los beneficios eran absorbidos en principio por la corte y la aristocracia, que él denomina Talasocracia, o élite marítima, que recibía los beneficios de esa empresa. De ahí que el ingreso se desviaba al consumo, dejando poco para reinvertir en los crecientes costos de la armada, el comercio y la competencia.
El costo material y de mano de obra de la Carreira da India fue enorme. Es difícil que las fuerzas navales portuguesas rebasaran 300 naves en conjunto, pero se ha calculado que a lo largo de medio siglo de 1500 a 1549, aproximadamente 472 barcos dejaron la península con rumbo al Oriente, llevando probablemente a unos 180,000 hombres en ese período. En embarcaciones que tenían hasta cuatro cubiertas, como las de aquella época, era posible contar con una tripulación de 500 ó 600 hombres, aunque los viajes podrían durar entre ocho y nueve meses. Las condiciones sanitarias del largo viaje eran abominables, y era común perder al menos a la mitad de la tripulación en un solo viaje.
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