De 1410 a 1460, el príncipe Enrique de Portugal cultivó un enorme interés por el descubrimiento de nuevas rutas en el mar, por lo que favoreció las investigaciones científicas y el desarrollo de la cartografía; financió expediciones a la costa occidental de África. Su obra es ampliamente valorada en la historia europea como el punto de partida de las exploraciones que otorgaron al viejo continente el control del mundo. Enrique, sin embargo, no fue marinero; navegó sobre los mapas que le fueron preparados por los cartógrafos de la escuela de Sagres y comandó desde su castillo tripulaciones a la entonces lejana África.
No llegó a ser rey de Portugal, pero obtuvo de sus hermanos el privilegio de retener jugosos beneficios de los descubrimientos y conquistas del reino. Fue nombrado administrador de la Orden de Cristo, heredera de la tradición cruzada para combatir al Islam, que también invirtió en las empresas de navegación.
Su personalidad resume el carácter inquieto que prevalecía en la península ibérica, sujeta por el pensamiento medieval y jaloneada por el despertar cultural del renacimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario