Andrés de Urdaneta escribió en 1535 una relación muy detallada para el Consejo de Indias acerca de la expedición de Loaisa, en la que corrobora las declaraciones del piloto Hernando de la Torre y de otros marineros. Señala en su crónica que una vez que la armada de Loaisa salió del estrecho de Magallanes, se dirigió al Japón (¡!), a 14 o 15 grados latitutd norte. Esto sucedió bajo el mando de Toribio Alonso de Salazar, entre agosto y septiembre de 1526, cuando ya habían muerto Loaisa y Elcano, lo que muestra la confusión de la tripulación respecto a las dimensiones del Pacífico y un anhelo no velado de concluir la tarea de Cristobal Colón de llegar a China. Sin embargo, la situación se volvió desesperada y resolvieron seguir el camino originalmente previsto hacia las especierías.
"(...) andabamos muy trabajados e fatigados en busca de Cipano (Japón), é como la gente andaba muy fatigada, así del mucho trabajar de la bomba como de la mar, é del poco comer é beber, é muy ruin, muríase cada día, pero por este respeto (con ese propósito) acordamos de arribar a nuestro camino para Maluco".
Literalmente a la mitad del oceáno Pacífico avistaron una isla que parecía grande y llamaron San Bartolomé (de las islas Marshall).
"Yendo asi nuestra derrota (trayecto), descubrimos una isla en catorce grados por la parte del norte: pusímosle nombre S. Bartolomé, la cual dicha isla parescia (sic) grande, y no la pudimos tomar, é andubimos nuestra derrota para Maluco".
El 4 de septiembre de 1526 llegaron a las islas marianas, hoy conocidas como Guam, donde tendrían un encuentro sorprendente: un náufrago de la tripulación de la infausta nave Trinidad, de Gonzalo Gómez de Espinosa, que había intentado regresar en 1522 de las Molucas a Panamá.
"Y después que partimos desta isla, en obra de doce días, hubimos vista de las islas de los Ladrones en doce grados de la parte norte, donde surgimos con la nao".
En la versión del piloto Hernando de la Torre se describe con más detalle este encuentro:
En amanesciendo vimos tierra, y era una de las islas de los Ladrones quel otro viaje había descubierto (el de Magallanes), y cuando vimos, estabamos norte sur con ella en la isla de l parte del sur, y amainamos para ir sobre ella, y llegando cerca della, se nos hizo el viento algo mas escaso, y el aguajo que nos echaba para fuera, andobimos barloventeando todo este dia y la noche.
Miercoles á 5 del dicho mes (septiembre de 1526) ... vino una canoa con ciertos hombres de la tierra, y de lejos nos salvó uno de ellos (los saludó) que dentro de la canoa venía, á la usanza y manera de España, en lo cual nos maravillamos mucho dello, hecimosle que viniese abordo, y él no osaba venir sin que le diesemos seguro, y ansí le dió el capitán Toribo Alonso de Salazar, que al presente era capitan de la nao, y ansi entró en la nao el dicho que nos había saludado, y dijo que era de la nao quel otro viaje (se refiere al de Magallanes) habia quedado en Maluco cuando la otra fue á Castilla (la de Elcano), y ellos que partieron de Maluco con la dicha nao por la tierra del Divian (Darién, en Panamá), ques en la contra costa de la Indias de Castilla, y los tiempos hallaron contrarios, y se volvieron á Maluco, y se les murió mucha gente en el camino, y que aportaron á una isla questaba al norte desta en que estábamos agora al presente, y por miedo de la muerte fuyeron él y otros dos compañeros, y asi se fue la nao á Maluco sin ellos, y estovieron en aquella dicha isla: dijo, que habían matado los indios á los otros dos sus compañeros, y á él que le trujeron unos indios de la mesma isla á esta isla en que agora él al presente estaba"
Urdaneta explica que el insólito personaje era un gallego llamado Gonzalo de Vigo, "que quedó en estas islas con otros dos compañeros de la nao de Espinosa, é los otros dos muriendo, quedó él vivo, el cual vino luego a la nao é nos aprovechó mucho, porque sabía la lengua de las islas".
Isla de Ladrones
El nombre dado por los expedicionarios a esta isla se debe a que los habitantes arrebataban las pocas piezas metálicas que traían los europeos, como cuchillos y cuentas, por carecer de estos materiales.
Estas islas son trece por dicho de Gonzalo de Vigo, y estan donde doce grados hasta diecinueve, é corrense norte sur; en estas islas no hay ganado ninguno ni gallinas ni otras animallias ni bastimentos, ecepto arroz que ha en gran cantidad, y pescado y cocos y aceite de cocos, y sal. Los indios de las islas andan desnudos, que no traen ninguna cosa sobre sí: son hombres bien dispuestos, y traen los cabellos largos, é la barba complida: no tienen ninguna ramienta de fierro, labran con pedernal: no tienen otras armas sino hondas, y unos palos tostados con unos fierros de canillas de hombres muertos, y de huesos de pescados.
En estas islas tomamos once indios para dar á la bomba, porque había en la nao muchos hombres dolientes; en acabando de tomar nuestra aguada, lueg partimos para Maluco, y el gallego vino con nosotros por su propia voluntad.
Mindanao
La expedición continuó rumbo a las islas de las especierías, pero en el camino toparon con el sur de lo que más tarde sería bautizado como Filipinas. Se trata de la zona meridional del archipiélago, influída por el islam desde siglos antes y que en los hechos es una de las culturas más perdurables de la zona. En las descripciones de ese momento los españoles no percibían que se trataba de un sultanato, aunque su asombro fue mayúsculo al encontrar la presencia musulmana al otro lado del planeta, el alto grado de desarollo, sus armas (alfanjes o sables y kris o dagas)
En palabras de Urdaneta se señala:
Obra de quince dias después que partimos de las islas de los Ladrones, hubimos vista de una isla grande que se llama Bendenao (Mindanao, en la actual Filipinas), é fuimos a surgir en un puerto que se llama Vizaya, é luego fuimos con el batel a tierra, y tomamos plática con la gente de la tierra, porque el gallego sabía hablar un poco lengua Malaya, y se entendía con ellos; é luego nos trujieron un puerco é gallinas, como que querían vender, as no los quisieron vender.
Esta gente desta tierra es ataviada, andan vestidos de paños de algodón y seda, y también traían vestidos de raso de la China, y andaban todos armados, sus azagayas en las manos, é sus alfanjes é sus quirrises, que son á manera de puñales, y sus paveses; es gente muy atraicionada e bellicosa.
Luego determinaron de tomarnos con el batel á traición, empero nosotros andabamos sobre aviso, é nunca pudieron salir con la suya; muchas veces venían de noche en navíos de remos, que tienen muy lueros, á la nao á cortar las amarras; empero como haciamos buena guardia, nunca nos pudieron empecer en nada.
Quizás la noticia más importante de este encuentro es la presencia activa del comercio chino en la zona, algo que poco después habría de desplazar el interés por la especias hacia el más amplio abanico de productos y manufacturas de la región.
Estuvimos en este puerto bien diez dias, que nunca pudimos comprar bastimentos ningunos: en esta isla de Bendenao hay mucho oro, é nos trujieron para les comprasemos; empero el capitán mandó que nadie fuese osado de comprar, por lo cual no se compró nada; y asi hubimos de ir nuestra derrota sin refresco. Aqui tomamos un indio que levamos á Maluco, el cual nos dijo, que cada año venían dos juncos de la China, que son una naos en que ellos navegan, á comprar oro é perlas que habían en gran cantidad, é tambien venían mas navíos á otras islas á lo mismo. También hay en esta misma isla canela por la parte del oeste.
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Navarrete, op. cit. 376-396. Mariano Cuevas, op.cit. 79-83.
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