El capitán de la nave Victoria fue recibido por el joven emperador Carlos V, quien aprovechó el importante evento como una prenda muy apreciada para el imperio que estaba consolidando. Con amplitud de miras, la corona española explotó el efecto sicológico del regreso de los marineros pues se abrían así nuevos horizontes al imperio español. El emperador otorgó a Elcano un título nobiliario y un escudo de armas en el que figura un globo terráqueo con un lema en latín Primus Circumdedisti Me, es decir, el primero que me circundaste. De inmediato se hicieron preparativo para regresar a la Molucas, con el ánimo de arrebatar el tesoro a los portugueses. Esa historia ocupará las siguientes cuatro décadas del siglo XVI.
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Ahora bien, para la otra nave, la Trinidad, comandada por Gonzalo Gómez de Espinosa, la historia fue muy distinta. Una vez que partió Elcano, los marineros se dedicaron a reparar la matrecha embarcación, al tiempo que hacian acuerdos de vasallaje con los jerarcas de las islas, como el sultán Almazon de Tidore, y con los reyes de Gilolo, de Makiam, de Bachiam y Terenate, pensando ya en el posible retorno para consolidar la presencia española en las islas de la especiería.
Abril de 1522
La reparación de la Trinidad duró más de cuatro meses para ponerla en condiciones de hacer la larga travesía del Pacífico, pues Gómez de Espinosa había decidido seguir una ruta de verdad desconocida, para llegar a España a través de los puertos que recién se habían descubierto en América, sobre todo en Panamá.
Antes de zarpar de Tidore, Gómez de Espinosa hizo construir un edificio, en el cual despositó toda la artillería y pertrechos que no convenía llevar a bordo durante la larga y difícil travesía que se proponía hacer. Por fin, salió de Tidore el 6 de abril de 1522, llevando a bordo cincuenta y cuatro hombres, y dejando el mando de la colonia al Factor real Juan de Campos. Espinosa tomó un rumbo al nordeste y descubrió dos pequelas islas de las Palaos o Carolinas Occidentales, en cinco grados norte, que llamó San Antonio y San Juan, así como otras de la Marianas, en los paralelos 19 y 20 norte.
Siguió hasta el paralelo 40, precisamente por la ruta que con el tiempo habría de ser la acostumbrada por las naves regulares que harían el comercio entre Filipinasy la Nueva España. Sin embargo, inmediatamente después le sobrevinieron tantas calamidades, borrascas y vientos contrarios que fueron destrozando la nave y haciendo imposible la navegación, hasta tal punto que, después de haber fallecido a causa del escorbuto treinta y dos hombres, decidió Espinosa regresar al punto de partida.
Gonzalo Gómez de Espinosa regresó a las Islas Molucas, con su nave Trinidad maltrecha, seis meses después de haber salido de ellas, y se encontró con que los portugueses habían tomado Tidore y apresado a los hombres que él había dejado en la isla. Esa fue la misma suerte que corrieron él y los suyos, además de habérseles incautado la Trinidad, que terminó sus días en esas islas ecuatoriales.
Gómez de Espinosa sufrió un largo cautiverio por parte de los portugueses en diversas islas de sus posesiones orientales, hasta que pasados algunos años le llevaron a Lisboa, de donde pudo regresar a España solo y por tierra.
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Carlos Prieto, op.cit, pp. 53-54.
1 comentario:
Triste final para tan valerosos hombres
Mapi
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