Españoles, portugueses, franceses e ingleses apostaron recursos materiales y humanos para tratar de encontrar ese canal. Los frutos de tales esfuerzos fueron distintos a los esperados. Francia exploró, con la ayuda de Giovanni de Verrazzano en 1524, la costa este del actual territorio de Estados Unidos, de Nueva York a Florida. Posteriormente, gracias a Jacques Cartier, alcanzó en 1534 territorios septentrionales en América como la desembocadura del rio San Lorenzo, que serían parte de sus posesiones por varios siglos.
Un antecedente muy importante fueron las exploraciones de João Fernandes Lavrador, quien desde 1498 había dado cuenta de la existencia de Groenlandia o como se le conoce en español, tierra de Lavrador, en su honor. En 1499 y 1502, los hermanos Gaspar y Miguel Corte Real continuaron dichas exploraciones en el Atlántico norte. Estos descubrimientos quedarían anotado en los haberes de la corona portuguesa, sin mucho provecho, ya que el interés principal de los lusitanos era el avance por el lado de la India.
Inglaterra por su parte había empleado sin mucho entusiasmo los conocimientos marítimos que estaban en poder de renombrados marineros de diferentes origenes (sobre todo italianos y portugueses) para tratar de sumarse a la carrera de exploración de las naciones vecinas. Para ello Enrique VII patrocinó en una fecha tan temprana como 1496 y 1498, al italiano Juan Caboto para avanzar por el Atlántico norte.
De aquellas experiencias acumuladas, aparece un personaje, Sebastian Caboto, que ha sido poco valorado y que sirvió tanto a la corona española como a la inglesa. Hijo de Juan Caboto, es posible que participara desde muy joven en las expediciones de su padre y a lo largo de su vida defendió ante a los poderes europeos la idea de que existía un paso del norte, que facilitaría el camino por el oeste desde Europa hasta Cathay (China).
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