En diciembre de 1521 culminó la estancia de la tripulación de Magallanes en las islas de la especiería. Sus capitanes, Gonzalo Gómez de Espinosa y Juan Sebastián Elcano, el maestre Juan Bautista de Pozorón, y el contador Marín Méndez, se habían quedado a cargo de la expedición y habrían de obtener el reconocimiento de ser los primeros en dar la vuelta al mundo.
Nos hemos detenido en las descripciones hechas por Antonio Pigafetta acerca de esta escala, porque su relato ha trascendido en la historia y ofrece el primer recuento de tierras desconocidas hasta ese momento para los europeos, si tomamos en cuenta que los portugueses habían decidido mantener en secreto la localización de la fuente de la especiería.
En aquel fin de año, las dos naves de la expedición estaban preparadas y llenas de productos para partir hacia Europa. Sin embargo, el Trinidad mostró signos de que podría hundirse y echaron mano de buzos de aquellas islas para tratar de repararla. Así lo cuenta Pigafetta:
El miércoles 18 de diciembre de 1521 por la mañana todo estaba dispuesto para partir. Los reyes de Tadore, de Giailolo y de Bachián, así como el hijo del rey de Tarenate, vinieron para acompañarnos hasta la sla de Mare. El navío Victoria desplegó velas el primero y ganó el largo, donde esperó al Trinidad; pero éste levó anclas con mucha dificultad, y los marineros descubrieron que sufría una vía de agua en la cala. Volvió a anclar entonces el Victoria donde estaba ante. Se descargó en gran parte el Trinidad para buscar la vía y taponarla; pero aunque se le acostó de babor, el agua entraba cada vez con más fuerza, como por un caño, sin que pudieramos encontrar la vía; este día y el siguiente dimos a las bombas sin cesar, pero sin éxito.
Llegó la noticia a oídos del rey de Tadore, y vino al navío a ayudarnos. Mandó se sumergiesen cinco de sus buzos, acostumbrados a permanecer mucho tiempo bajo el agua; trabajaron más de media hora sin econtrar el agujero por donde entraba el agua, y como, a pesar de las bombas, el agua subía siempre, envió a buscar al otro extremo de la isla a tres buzos más hábiles aún que los primeros.
La ruta que siguió la nave Trinidad, de MagallanesEste incidente traería consecuencias dramáticas para la expedición, que una vez más se encontraban ante el dilema de continuar la trayectoria hacia Europa. La vieja nave insignia de Magallanes, el Trinidad, parecía una ballena encallada en la playa, que se resistía a seguir el viaje. Ante la tardanza para repararla y el riesgo de perder los vientos propicios del Este, los capitanes tomaron la decisión de dividirse: el Victoria regresaría solo por la ruta de la India, al mando de Sebastián Elcano, mientras que el Trinidad permanecería los meses necesarios para tomar la improbable ruta de retorno hacia América, al mando del leal Gómez de Espinosa.
... durante este tiempo carenarían al Trinidad, el cual podría aprovechar en seguida los vientos del Oeste para ir a Darién, al otro lado del mar, en la tierra de Diucatán (Yucatán). Dijo entonces el rey que tenían a su servicio doscientos cincuenta carpinteros, a los que emplearía en este trabajo bajo la dirección de los nuestros, y que aquellos de nosotros que se quedaran en las islas serían tratados como sus propios hijos. Pronunció estas palabras con tanta emoción, que a todos nos hizo derramar lágrimas.
Los que tripulábamos el Victoria, temiendo que su carga fuese excesiva, por lo que podría abrirse en alta mar, decidimos enviar a tierra sesenta quintales de clavos, y los llevamos a la casa en que se alojaba la tripulación del Trinidad. Hubo algunos, sin embargo , que prefirieron quedarse en las islas del Malucco mejor que volver a España, ya por temor de que el navío no resistiera tan largo viaje, ya porque el recuerdo de lo que sufrieron antes de llegar a las Malucco les amedrentase, pensando que morirían de hambre en medio del Océano.
El sábado 21 de diciembre de 1521, día de Santo Tomás, los dos barcos se despidieron con sendas cargas de artillería. El que partía llevaba 47 europeos y 13 indios. En tierra quedaban 54 europeos. El destino era incierto para todos: Sebastián Elcano debería regresar por una ruta acechada por los portugueses, vía la India y alrededor de África, tomando riesgos impredecibles. Los que se quedaban sabían acaso que no volverían a ver su propia tierra. Pero más paradójico aún: Sebastián Elcano, quien se había sublevado contra la autoridad de Magallanes, pasaría a la historia como el capitán que concluye la vuelta al mundo. Ahora apenas se menciona a Gómez de Espinosa, quien en todo momento fue el fiel lugarteniente de Magallanes.
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Antonio Pigafetta, op.cit. pp. 244.
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