Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Productos y costumbres 4

Pigafetta describe una ceremonia en la que el rey de Tidore casó a su hija con el hermano del rey de Bachián, en diciembre de 1521. Para el efecto, pidieron a los visitantes europeos que dispararan desde los galeones Victoria y Trinidad artillería en honor de los desposados.
El rey de Bachián, con su hermano, el futuro esposo de la hija del rey de Tadore, vinieron en un gran barco, con tres filas de remeros a cada lado; ciento veinte hombres en total. Estaba el barco adornado con muchos pabellones de plumas de papagayo, blancas, amarillas y rojas: mientras bogaban, los timbales y la música acompasaban el movimiento de los remos. En otras canoas estaban las muchachas que debían presentar a la esposa. Nos saludaron dando la vuelta alrededor de nuestros navíos y del puerto.
Etiqueta y ceremonias
Como la etiqueta no permite que un rey pise la tierra de otro, el rey de Tadore visitó al de Bachián en su propia canoa. Este al verle llegar, se levantó del tapiz (alfombra pequeña) en que estaba sentado y se colocó al lado, cediendo el sitio al rey de Tadore, el cual, por cortesía, tampoco quiso sentarse en el tapiz y se puso al otro lado, dejando el tapiz en medio de los dos. Entonces el rey de Bachián ofreció al de Tadore quinientos patolles, como compensación por la esposa que daba a su hermano. Los patolles son paños de oro y seda fabricados en China y muy apreciados en esas islas; vale cada uno tres bahars de clavos, poco más o menos, según el trabajo y el oro que tenga; cuando algún personaje del país muere, los parientes, para honrarle, se visten con estos paños.

Al día siguiente se ofreció una cena al rey de Bachián. Cincuenta mujeres llevaban los platillos:

Cubiertas de paños de seda desde la cintura a las rodillas, yendo de dos en dos, con un hombre en medio, con sendos platos grandes, en los que había otros platitos conteniendo diferentes guisos; los hombres llevaban grandes vasos de vino; diez mujeres de las de más edad hacían de maestras de ceremonias. Llegaron en este orden al barco y presentaron todo al rey, que estaba sentado sobre un tapiz bajo un dosel rojo y amarillo.
A su regreso, las mujeres se juntaron a algunos de nosotros, a los que la curiosidad impelió a ver el convoy, y no pudieron librarse de ellas sino después de hacerles algunos regalitos. El rey de Tadore nos envió en seguida viveres, tales como cabras, cocos, vino y otros comestibles.
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Antonio Pigafetta, op.cit. p. 242.

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