Tráfico. El rey mandó construir un cobertizo, que acabaron en un día, para nuestras mercancías; allí llevamos todo lo que destinábamos para cambiar, y quedaron guardándolo tres de los nuestros. El valor de las mercancías que íbamos a dar en trueque de clavos de especia se fijó de esta manera:Por diez brazas de paño rojo de buena calidad debian darnos un bahar de clavos; el bahar equivale a cuatro quintales y seis libras, y cada quintal pesa cien libras;Por quince brazas de paño de clase mediana, un bahar de clavos;Por quince hachas, un bahar;Por treinta y cinco tazas de vidrio, un bahar (todas las tazas de vidrio las cambiamos así con el rey);Por diecisiete cathiles de cinabrio, un bahar, y lo mismo por otro tanto de azogue;Por veintiséis brazas de tela, un bahar, y de tela más fina sólo dábamos veinticinco brazas;Por ciento cincuenta cuchillos, un bahar;Por cincuenta pares de tijeras o por cuarenta gorros, un bahar;Por diez brazas de paño de Guzzerate (¿Gujarat?), un bahar;Por un quintal de cobre, un bahar
Continúa su relato:
Llevamos una gran partida de espejos; pero se quebraron la mayor parte en la travesía, y el rey se apropió casi todos los quehabían quedado enteros. Parte de estas mercancías provenían de los juntos que apresamos.
Hicimos, como se ve, un tráfico muy ventajoso, no sacando, sin embargo, todo el provecho que hubiéramos podido, porque deseabamos apresurar en lo posible el regreso a España (¡¡ subrayado nuestro).
Además de los clavos, hacíamos a diario buena provisión de víveres; los indios venían sin cesar con sus barcas para traernos cabras, gallinas, nueces de coco, bananas y otros comestibles, que nos daban por cosas de poco valor.
Agua caliente: También nos aprovisionamos de un agua excesivamente caliente, pero que expuesta al aire durante una hora se ponía muy fría. Dicen que esto proviene de que el agua mana de la montaña de los árboles del clavo. Reconocímos por esto la impostura de los portugueses, que quieren hacer creer que falta porcompleto el agua dulce en las islas Malucco, y que deben ir a buscarla muy lejos en otros países.
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Antonio Pigafetta, op.cit. pp 233-234.
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