Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.

sábado, 11 de julio de 2009

El barco perdido (5)

Motín y retorno

En febrero de 1565, el comandante del patache San Lucas decidió quedarse en Filipinas para esperar a la Armada de Legazpi uno o dos meses. Para ello ordenó que se buscara agua y leña, y dispuso reparar la nave "aunque contra la voluntad del Maestre y de algunos de los del navío, porque, decían que ellos no habían venido a la China para cortar palos, sino que llegando habían de cargar de oro". Varios marinos se sublevaron, pero logró someterlos y al disparo de un arcabuz que dió en el pecho de uno de los conjurados, se calmaron los ánimos.
Amenazados los amotinados con la horca, por fin se rindieron todos los demás. A poco vinieron muchos Principales de la isla. Algunos de ellos traían orejeras de oro muy fino. Traían los dientes taladrados y esmaltados con granos de oro, encajados de tal manera que no habría platero que tan sotilmente lo labre. Todos estaban bien aderezados de sus personas y armas, las cuales son alfanjes tan buenos que de una cuchillada cortaron un ternero por medio, e dagas tan buenas como las nuestras.
De repente el Vibán que era el nombre que daban al Principal del pueblo desapareció. Decían que se había ido a cazar venados. Al cabo de la semana, volvió con cuatro Principales y con indios cargados de venados, asados en unos chiquihuites.
El 2 de marzo, los españoles vieron movimientos sospechosos de los indígenas que podría anunciar un ataque, por lo que decidieron salir de la zona, no sin dejar "muchas cruces y una botija al pie de una cruz, porque si la Armada (de Legazpi) viniese, supiese lo que nos había sucedido y el derrotero que llevábamos en su busca (...) y no sabiendo qué camino llevásemos porque volviéndonos a meter en estas islas era perdernos". Decidieron entonces regresar a la Nueva España "pues se acercaba el verano y metidos en la altura por la parte del norte, nos cuadrarían los tiempos y ansí era mejor".

Hcicieron sus cálculos: ocho pipas de agua y veinte quintales de mazmorra, que es el residuo de galleta hecha pedazos. En ese caso también se había mezclado el haba y el garbanzo. "hice proveer un hombre que tuviese cuenta de ello y todas las veces que se daba ración, bajaba uno de nosotros a verlo, pues nos iba la vida".
Sabida por algunos la determinación mía, andaban medio amotinados y que hasta la Nueva España había dos mil leguas, que llevábamos ruín recaudo de bastimentos y ansí quisieran ir más a los Malucos que no venir acá. Pero mi determinación era lo que tengo dicho y dejarlo en las manos de Dios y de su bendita Madre en el nombre de quien dejamos la isla de Cabos (la última al norte del archipiélago).

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Mariano Cuevas, op. cit. pp. 224 -225.

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