Motín y retorno
Amenazados los amotinados con la horca, por fin se rindieron todos los demás. A poco vinieron muchos Principales de la isla. Algunos de ellos traían orejeras de oro muy fino. Traían los dientes taladrados y esmaltados con granos de oro, encajados de tal manera que no habría platero que tan sotilmente lo labre. Todos estaban bien aderezados de sus personas y armas, las cuales son alfanjes tan buenos que de una cuchillada cortaron un ternero por medio, e dagas tan buenas como las nuestras.
De repente el Vibán que era el nombre que daban al Principal del pueblo desapareció. Decían que se había ido a cazar venados. Al cabo de la semana, volvió con cuatro Principales y con indios cargados de venados, asados en unos chiquihuites.
El 2 de marzo, los españoles vieron movimientos sospechosos de los indígenas que podría anunciar un ataque, por lo que decidieron salir de la zona, no sin dejar "muchas cruces y una botija al pie de una cruz, porque si la Armada (de Legazpi) viniese, supiese lo que nos había sucedido y el derrotero que llevábamos en su busca (...) y no sabiendo qué camino llevásemos porque volviéndonos a meter en estas islas era perdernos". Decidieron entonces regresar a la Nueva España "pues se acercaba el verano y metidos en la altura por la parte del norte, nos cuadrarían los tiempos y ansí era mejor".
Hcicieron sus cálculos: ocho pipas de agua y veinte quintales de mazmorra, que es el residuo de galleta hecha pedazos. En ese caso también se había mezclado el haba y el garbanzo. "hice proveer un hombre que tuviese cuenta de ello y todas las veces que se daba ración, bajaba uno de nosotros a verlo, pues nos iba la vida".
Sabida por algunos la determinación mía, andaban medio amotinados y que hasta la Nueva España había dos mil leguas, que llevábamos ruín recaudo de bastimentos y ansí quisieran ir más a los Malucos que no venir acá. Pero mi determinación era lo que tengo dicho y dejarlo en las manos de Dios y de su bendita Madre en el nombre de quien dejamos la isla de Cabos (la última al norte del archipiélago).
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Mariano Cuevas, op. cit. pp. 224 -225.
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