Texto de Stefan Sweig. Magallanes: Historia del primer viaje alrededor del mundo:
Pero no se limitaba a la cocina el uso de abundantes masas de especiería. La vanidad femenina es también cada vez más exigente respecto a los aromáticos de Arabia, y va del almizcle voluptuoso al ámbar sofocante y al dulce aceite de rosas; los tejedores y tintoreros hacen elaborar para ellas las sedas chinas y los damascos de la India, y los orfebres, montar las perlas blancas de Ceilán y los azulados diamantes de Narsingar. Más imperiosamente todavía, la Iglesia católica impulsa el consumo de los productos orientales, pues de los millares de millones de granos de incienso que levantan el humo de los incensarios movidos por los celebrantes en los millares de iglesias, ni uno solo ha salido de tierra europea; cada uno de esos millares de millones de granos de incienso llegaban por mar, embarcados en tierras de Arabia. También los boticarios son asiduos clientes de los tan celebrados específicos de Indias, tales como el opio, el alcanfor, la tan estimada resina, y saben por experiencia que para el enfermo no hay bálsamo ni droga que parezcan tan atractivos como los que en los botes de porcelana que los contienen llevan en letras azules las palabras mágicas arabicum o indicum. Por su carácter de cosa selecta y rara, y quizá también por lo elevado del precio, todo lo oriental ejercía una atracción hipnótica en los europeos. Como en el siglo dieciocho lo francés, los atributos árabe, persa, indostánico, se identificaban en la Edad Media con los conceptos de exuberante, refinado, distinguido, cortesano, costoso y precioso. Ningún artículo tan apetecido como la especiería. Era como si el aroma de las flores orientales hubiera enajenado con su mágica influencia el alma de Europa.
Editorial Juventud, Barcelona, 1957. Traducción de José Fernández
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