Puede afirmarse que una masa constante de filipinos fue desplazada hacia el continente americano en calidad de marineros al servicio del galeón o en otros casos como sirvientes semi-esclavos para ser destinados a diversos oficios en la Nueva España. El cuidado y limpieza externa de los barcos, conocido como carenado, también requirió de mano de obra especializada, por lo general filipina, asentada en el puerto de Acapulco principalmente. Muchos de estos trabajadores, en cuanto llegaban a tierras mexicanas, encontraban como vía de escape hacia mejores condiciones de vida el integrarse a las comunidades locales indias, donde terminaban por incorporarse. La mayoría de los galeones se construyeron en el puerto filipino de Cavite, donde se reunían los requisitos de un puerto seguro y buena madera, así como abundancia de mano de obra.
El caso de los marinos filipinos es en cierto modo documentable, pero no se ha hecho una estadística histórica que muestre las cifras de migrantes forzados. Las dimensiones de los galeones variaban notablemente y a pesar de múltiples intentos de regulación del tamaño de las naves por parte de la Corona Española, hubo una tendencia a “acrecentar” los barcos, hasta casi 1000 toneladas en algunos casos. Esto tuvo efecto directo sobre la demanda de marinos, pues un galeón de 500 toneladas empleaba una tripulación promedio de ciento cincuenta hombres. En tal caso, en los monumentales galeones de 1000 toneladas llegaban a necesitarse hasta doscientos cincuenta marinos. Un caso excepcional fue el gigantesco Santísima Trinidad que en un viaje llevó un total de 384 marineros; entre éstos, 40 artilleros, 100 marinos de primera y 200 de segunda (filipinos) y 44 soldados.
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