Los dominicos acusaron en 1638 formalmente a los jesuítas de no acatar, o incluso violentar, la liturgia católica en Fujián. Llegaba de esta manera a las altas esferas romanas el conflicto sobre los denominados ritos chinos.
Las acusaciones: permitían que los recién convertidos no asistieran a misa en domingo; no administraban los santos óleos a mujeres en estado de muerte; aceptaban el ejercicio de la usura por parte de los recién convertidos. Acusaron a los jesuítas de aceptar idolatrías y supersticiones, estableciendo una larga lista de acusaciones de que se permitía la adoración de dioses falsos y paganerías. Los misioneros se quejaban de que en Japón no había cruces en los templos jesuítas.
La respuesta: los jesuítas a su vez aconsejaban a los frailes ser más cuidadosos con mostrar sus crucifijos, medallas, rosarios y agua bendita, acusándolos de vulgarizar la religión cuando regalaban bajo el menor pretexto lazos de San francisco y perlas de Santa Jerónima [i].
La Virgen María en Beijing
El Papa Urbano VIII ordenó en 1634 estudiar el caso a una comisión. El asunto se dilagó en la cauta burocracia romana por décadas, con bizarras decisiones intermedias en que se permitía o se abolía el permiso de emplear métodos chinos para evangelizar en China. En el siglo XVIII los ritos fueron radicalmente prohibidos pero de hecho fue hasta 1939 cuando en Roma se dió el caso por cerrado.
La parte glamorosa de aquella época suele ser contada por múltiples historiadores religiosos que enaltecen la obra de los misioneros, principalmente los de la Compañía de Jesús, en China y Japón [ii]. Bajo el padroado portugués, los jesuítas en efecto realizaron una impresionante tarea evangelizadora tanto en China como en Japón, llena de misticismo y hasta de la magia necesaria para atraer la atención de los historiadores. Ciertamente el esfuerzo realizado por gigantes, como llama Dunn a los primeros misioneros como Matteo Ricci, Alessandro Valigniano y Luis Frois, es digno de ser conocido más ampliamente. Todos ellos siguieron el camino inaugurado a mediados del siglo XVI por Francisco Javier, de proporciones legendarias. Siendo uno de los fundadores de la Sociedad de Jesús en 1540, dos años más tarde ya estaba en camino al puerto portugués de Goa, en la India. Luego en 1545 en Malaca, en la península Malasia; las Molucas (1546), Japón (1549). A partir de 1552, poco antes de morir, planeaba la empresa mayor de su viaje: cristianizar China [iii].
No obstante, la estrategia jesuíta de evangelización en Asia comenzó propiamente en 1578 con la llegada a Macao del Visitador General de la Sociedad de Jesús en el Lejano Oriente, Alessandro Valigniano. Como representante de la disciplina beligerante jesuíta, el italiano debió considerar todos los ángulos necesarios para la evangelización en China y el método más adecuado para adaptar el ritual católico; hacerlo menos europeo y más chino, sin perder su escencia. Para ello escogió a dos misioneros extraordinariamente preparados, Ruggiere y Ricci, ambos italianos con dotes particulares en el manejo de la nemotécnica, los idiomas, la química, las matemáticas y la cosmología [iv]. Ambos jesuítas, aunque no portugueses, se amparaban en el padroado. Bajo la supervisión de Valignano, y con el propósito de avanzar en su empresa misionera, establecieron mecanismos comerciales audaces ahora conocidos como el comercio jesuita de la seda.
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[i] Boxer, Los frailes acusaban a los jesuítas de que su principal reacción frente a ellos no era de tipo religioso sino comercial, pues procuraba impedir la entrada de los franciscanos al comercio de la seda china en Japón, p. 241.
[ii] Boxer exagera un poco con el título de su libro “El siglo cristiano en Japón”, pero no puede negarse la importancia de la influencia cristiana en los cambios que se operaron en ese país en los siglos posteriores.
[iii] George H. Dunn, S.J. Generation of Giants, History of the Jesuits in China in the last decades of the Ming Dynasty. University of Notre Dame Press. Notre Dame, Indiana, 1962.
[iv] Un interesante trabajo comparativo sobre el esfuerzo filosofico de los jesuitas en China es el de Jacques Garnet. Primeras reacciones chinas al Cristianismo. F.C.E., 1989, México, primera edición en francés, 1982.
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