Una mirada experta, la del historiador Jorge Olvera Ramos (México, 1960), nos ofrece una guía para caminar por la historia de los mercados de la Plaza Mayor en la Ciudad de México a lo largo del período virreinal.
El libro con ese nombre fue editado en 2007, por editorial Cal y Arena, pero me llama la atención porque con mucha frecuencia visito el centro histórico de la capital mexicana y sin embargo la visión analítica histórica me ha permitido pensar en el origen y evolución del desorden que tiene la inmensa área comercial del centro histórico de México.
La propuesta del autor es desentrañar las razones del ordenamiento del comercio desde el principio mismo de la presencia española en América. Señala de antemano que en la plaza principal de la ciudad convivían al menos tres mercados. La opinión generalizada es que sólo era "un mercado unificado y homogéneo, en el que a cargo de las autoridades municipales los comerciantes y vendedores se identificaban en términos de igualdad". Sin embargo, señala el autor que "esta perspectiva conduce a una simplificación de las instituciones y prácticas mercantiles novohispanas".
De esta forma, el autor se lanza a hacer un ejercicio de micro-historia que resulta muy ilustrativo de las contradicciones de la sociedad virreinal; diriamos de la eterna búsqueda de imponer cierto orden en la mayor concentración comercial de América desde el siglo XVI. La intención de las autoridades resultó fallida, deformada por la miríada de intereses particulares y por prácticas muy arraigadas como la apropiación de los espacios (por costumbre, por acuerdos verbales entre los comerciantes), los traspasos y los "guantes", tratos preferenciales, dádivas graciosas, para tener privilegios ocultos en la propiedad de los lugares de comercio.
Los cajones de comercio, al estilo de los que todavía tienen los evangelistas en la plaza de Santo Domingo, en el centro de la Ciudad de México.
El comercio se diferenciaba por la calidad de las mercancías: utramarinas (venidas de Europa, vía España), orientales (traídas por el Galeón de Manila), productos de la tierra y manufacturas locales, aperos, telas de algodón, productos de barro. Sin embargo, el deseo de especializar a los comerciantes se diluía en un caos de convivencia, donde el tendero de productos de calidad tenía "arrimados" a los vendedores de comida, con braceros y todo, pulque, falta de drenaje e inseguridad. Lo fundamental sin embargo es que esos espacios, tanto los locales formales construidos de piedra, como el Baratillo hecho de cajones o de petates en el suelo, constituían el centro de la vida social de la capital de la Nueva España, donde se contaban los sucesos y se realizaban los encuentros cercanos de todo tipo.
Para los bachilleres, el Baratillo fue, por la variedad de opciones, un centro de reunión y de entretenimiento estudiantil. Se adquirían libros usados y prohibidos, se charlaba, se discutía, se hablaba en voz alta, se formaban corrillos. Probablemente los muchachos, en especial los lacrosos, eran seducidos por los hilarantes relatos de atracos exitosos o los finales trágicos de célebres bandidos (...) Ahí estaba la picota donde los delincuentes eran azotados o ahorcados. Probablemente en el Baratillo se redactaban y distribuían los manuscritos satíricos que se burlaban de las autoridades y de los curas"
Destaca el capítulo IV, dedicado al mercado de productos ultramarinos o la "Alcaicería de la Plaza Mayor", mejor conocido como el Parián, del cual nos hemos ocupado en este blog hace un año. Un espacio único, dedicado a la porcelana, seda, perlas y sin fin de productos traídos del Oriente.
En suma, un libro ameno e informativo.
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Jorge Olvera Ramos. Los mercados de la Plaza Mayor en la Ciudad de México. Ediciones Cal y Arena, México, 2007.
2 comentarios:
UN EXCELENTE Y COMPLETO ESTUDIO DE QUIEN TENGO EL ORGULLO DE SER MI MAESTRO. EL PROFESOR OLVERA CON SU CONOCIDO ESTILO,EXPLICA LA FUNCION DE LOS ANTIGUOS MERCADOS EN EL CENTRO DE LA CIUDAD. OTRA FORMA DE ACERCARSE A LA VIDA COTIDIANA DE LOS PUEBLOS Y GENTE DE AQUELLOS TIEMPOS.
While I don't think that the plaza of Santo Domingo is so pretty, it does have an interesting history, made more so by our personal experiences of the place. The most memorable for me were: Goran's free concert hosted there in Spring of 2009, and the images of the Mexican short film of the letter writer at that plaza. Imagine the other multitude of personal rememberances these places had evoked, present time and over the centuries. It boggles the mind, yet we are mostly oblivious of it!
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