Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Esclavismo en Japón

En los siglos XVI y XVII aparecen múltiples noticias que muestran la presencia de esclavos japoneses en la región Asia Pacífico, o como ya mencionamos incluso en la Nueva España. Lo que cabe precisar es que el enfoque de Japón frente a la esclavitud difiere en gran medida de los patrones del trabajo forzado en varios otras culturas de la macro región asiática. La unificación de Japón al finalizar el siglo XVI bajo el dominio Shogún trajo consecuencias notables en la presencia de los japoneses en toda la región. 

Una explicación ampliamente aceptada es que el esclavismo en Japón dejó de ser atractivo económicamente porque importar mano de obra, aún siendo forzada, era poco rentable pues se estaba gestando un proceso de homogeneización interna con intenso intercambio dentro de sus fronteras. El ascenso de una clase laboral libre, dispuesta a trabajar por un salario, ganó terreno en la economía de las islas. El uso del dinero y el auge de las ciudades vio aparejada la movilidad de la mano de obra libre, según explica Yosaburo Takekoshi, aunque reconoce que existen pocos elementos estadísticos para mostrar este proceso.  A partir del ámbito económico, el principio de la libertad del trabajo se habría transferido al terreno cultural, donde el esclavismo se tornó anacrónico ante los ojos de las élites japonesas. En el periodo Sengoku (1467-1615) continuó existiendo la trata de esclavos, pero ya en 1590 esta práctica fue oficialmente prohibida por Toyotomo Hideyoshi aunque no erradicada del todo. Coexistían formas de contratos forzosos y de sumisión junto con los códigos de trabajo más regulares. Más tarde, durante el periodo Edo por ley se decretó el trabajo no libre para familiares de criminales ejecutados, aunque en la práctica no se utilizó ese recurso.





Una visión distinta es la de Thomas Nelson, investigador de la Universidad de Oxford, quien elabora ampliamente sobre la esclavitud en Japón:

"Las fuentes portuguesas y otras occidentales están repletas de registros de la exportación de esclavos japoneses en la segunda mitad del siglo XVI. Algunos ejemplos deben servir para ilustrar este punto. Muy probablemente, los primeros japoneses que pusieron un pie en Europa eran esclavos. Ya en 1555, la Iglesia denunciaba que los comerciantes portugueses estaban tomando jóvenes esclavas japonesas con ellos de vuelta a Portugal y vivían con ellas en pecado. En 1571, el comercio de esclavos se llevaba a cabo a una escala tal que el rey Sebastián de Portugal, se sintió obligado a emitir una orden que lo prohíbe en Japón para que no se obstaculice la actividad misionera católica en Kyushu.

Sin embargo, la desunión política en Japón impidió que la corona portuguesa lograra frenar el tráfico de personas; la disponibilidad de mercancía humana y los beneficios derivados del comercio esclavo (en el exterior) mermaron la efectividad de esa prohibición. En 1603 y 1605, los ciudadanos de Goa protestaron contra la ley, afirmando que la Corona se equivocaba al prohibir el tráfico de esclavos que habían sido adquiridos legalmente. Finalmente, en 1605 Felipe III, en ese entonces rey de España y de Portugal, emitió un documento que era una obra maestra de la ofuscación destinado tanto para apaciguar a sus críticos en Goa que exigían el derecho a tener esclavos japoneses y también para satisfacer a los jesuitas, que insistían en que se prohibiera esa práctica pues afectaba la imagen misionera.

Los peores temores de los jesuitas se confirmaron muy pronto, escribe Thomas Nelson, cuando Hideyoshi, el gran unificador de Japón después de un siglo de guerra civil, llegó a Kyushu. Ahí expresó su disgusto de que muchos de sus compatriotas acostumbraran la venta de esclavos japoneses a los extranjeros, y se interrogó a los jesuitas fuertemente en esta práctica. El 24 de julio 1587, Hideyoshi envió la siguiente carta al Vice - Provincial  jesuita Gaspar Coelho:

"Ha llegado a nuestra atención que portugueses, siameses y camboyanos que vienen a nuestras costas para comerciar,  están comprando muchas personas, toman cautivos a sus reinos, arrancando japoneses lejos de su patria, sus familias, los niños y los amigos. Esto es intolerable. De este modo, el Padre (jesuita) deberá garantizar que todos los japoneses que hasta ahora han sido vendidos en la India y otros lugares distantes vuelvan a Japón. Si esto no es posible, porque están muy lejos, en reinos remotos, por lo menos que los portugueses dejen libres a las personas (japoneses) que hayan comprado recientemente. Voy a dar el dinero necesario para hacer esto. "
Quizás no fue una coincidencia que pocos días después Hideyoshi promulgó su primer decreto de expulsión de misioneros. 

Es evidente la contradicción que se observa entre la intención de las autoridades japonesas para controlar e incluso eliminar la esclavitud en manos japonesas y, por otra parte, la salida de esclavos de las islas que terminaban en diversos lugares de Asia (o incluso en América y en Europa). 

Más que cifras, es posible obtener indicios del tráfico de esclavos japoneses en manos de comerciantes de Portugal. Uno de estos es la molestia generada en China por la ingente presencia de japoneses en Macao, a quienes se les consideraba fuente de inestabilidad y carne de cañón para la piratería en la zona. En 1613, las autoridades china exigieron a los portugueses que no retuvieran más japoneses. El argumento por demás extraño era: "Ustedes como extranjeros ¿para qué quieren japoneses, si pueden usar (esclavos) negros? Nuestra ley establece dar muerte a los japoneses donde se les encuentre. Al tener a esta gente, es como tener tigres que también pueden devorarlos a ustedes". 

La pena por llevar esclavos japoneses a Macao era la decapitación del traficante y del esclavo.
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Thomas Nelson. Slavery in Medieval Japan, Monumenta Nipponica, Sophia University, Vol. 59, No. 4, invierno 2004 , pp 463-492 

2 comentarios:

Andrés dijo...

Gran entrada, como nos tienes acostumbrados. Permíteme una pequeña corrección: en 1605 tiene que ser Felipe III.
Un placer leerte, un cordial saludo desde Asturias, España.

Cuauhtémoc Villamar dijo...

Tienes toda la razón. Muchas gracias, lo corrijo.saludos cordiales.