La comunicación marítima entre México y Perú inició poco después de la conquista. No abordaré aquí el tema de los contactos en la etapa prehispánica, entre las culturas Inca y Azteca por ejemplo, pues salen del interés de este blog. Lo que es verificable es que en la primera mitad del quinientos la expansión española hacia el Pacífico americano fue impetuosa y contribuyó en pocos años a crear una infraestructura asombrosa de puertos, en una ¨gran media luna de colonias¨ desde Manzanillo hasta el Callao, y en la que se desarrollaba también la construcción de barcos. Casi de inmediato, Nicaragua y Panamá se erigieron como sedes de los astilleros más importantes en esa primer época.
En un contexto más amplio, la Corona española estaba interesada simultáneamente en la conquista de América y el control de la especiería en Asia, por lo que bajo el reinado de Carlos V los proyectos más ambiciosos (y en ocasiones absurdos) tenían cabida en el diseño imperial.
La información en los archivos es dispersa debido a que se iniciaron proyectos en varias partes de manera casi simultánea y como iniciativa de los propios conquistadores, quienes apenas transmitían sus acciones a la Corona (Hernán Cortés era de algún modo una excepción más en ese contexto). Entre 1518 y en las dos décadas posteriores se prosiguió la febril construcción naval, con técnicas adaptadas a las condiciones locales y a la disponibilidad de materiales. La esclavitud indígena jugó un papel primordial en esa expansión.
La construcción naval tuvo su origen en el Istmo de Panamá. Para explorar el recién descubierto Mar del Sur, Balboa emprendió la construcción de barcos a mediados de 1517, empresa que fue una hazaña trágica y heroica. La madera fue cortada en el lado atlántico del Istmo, quizás porque los árboles de la vertiente del Pacífico eran demasiado pequeños y torcidos. La cordelería, los clavos, las anclas, la brea, el alquitrán, las velas y todo el demás equipo y abastecimientos se reunieron en Acla, en la costa atlántica. Todo esto fue transportado al otro lado de las montañas que dividen ambas vertientes en las espadas de tamemes indígenas hasta el Río de las Balsas, en el Golfo de San Miguel. Según la versión oficial, 500 indígenas murieron durante esta obra, aunque según Las Casas la cifra correcta es de 2,000.
Febril actividad en todo el litoral del Pacífico
Con la conquista del Perú se consolidó el comercio y el traslado de guerreros, armas, administradores, misioneros y bienes hacia el viejo imperio Inca, pero no se intentó la construcción de barcos, que seguían siendo producidos en Centroamérica. Desde la década de 1550 se registró un constante incremento de precios en Perú, lo que se volvió un fenómeno constante hasta bien entrado el siglo XVII. El aliento para este proceso inflacionario fue el descubrimiento y explotación de plata en el Potosí, que permitía la importación de casi todo sin necesidad de producir localmente. Las mercancías se importaban preferentemente de la Nueva España, pues lo que venía de la península era aún más costoso y en ocasiones inaccesible por las distancias y las dificultades del comercio atlántico. Un tercer factor que aceleró el comercio fue que la población española en México había alcanzado una fuerte expansión desde la década de los 30 y podía abastecer a la colonia del sur con productos como el azúcar, textiles, ropa, muebles, artículos domésticos y de tocador, libros, entre otras mercancías.
El historiador español Lutgardo García Fuentes describe la articulación entre Perú y la Nueva España:
El comercio entre México y Perú atravesó una etapa de gran esplendor que duró hasta la década de 1580; luego, y sin que ello significara el cese de las relaciones, se inició otra marcada por las dificultades legales. En 1589 las autoridades mexicanas denunciaron a la Corona que los comerciantes limeños que cada año se desplazaban a la Nueva España adquirían grandes cantidades de géneros europeos provocando escasez y carestía. Sostenían que Lima, según el sistema legal establecido habría de abastecerse mediante los galeones de Tierra Firme (provenientes de Europa).
La reacción de los novohispanos se intensificó también por la presencia de las mercancías provenientes de Filipinas, que atrajo aún más a los peruanos, dispuestos a adquirir bienes de consumo, tanto de uso cotidiano como suntuario. García Fuentes calcula que en la década de los ochenta ¨los intercambios entre ambos virreinatos, incluyendo la reexportación de artículos procedentes de Filipinas, alcanzaban un valor superior a los tres millones de pesos anuales. Ciertamente este tráfico conllevó el hundimiento estrepitoso de las industrias sederas mexicanas, al no poder resistir la competencia del precio de las sedas provenientes de China, ni las dificultades dimanadas de las escasez de mano de obra a causa de las crisis demográfica mexicana¨.
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Woodrow Borah. Comercio y navegación entre México y Perú en el siglo XVI, IMCE, México, 1975, capítulo V El comercio del período 1550-1585 en su madurez. pp.15-17 y 125 a 169.
Lutgardo Garcia Fuentes. Los peruleros y el comercio de Sevilla con las Indias 1580-1630. Universidad de Sevilla, 1997. pp.165-170.
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