Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.

sábado, 31 de diciembre de 2011

La primera jornada, 1592-1594

Gaspar de San Agustín relata en su libro Las Conquistas de las Islas Filipinas, la terrenal por Felipe II, el prudente, y la espiritual por los padres agustinos, escrito en 1698 que, entre otras embajadas recibidas en Manila, como la del Japón por ejemplo, se presentaron alrededor de 1592 dos embajadores representando al Rey de Camboya:

El uno portugués, nombrado Diego Belloso (en varios textos se llama Diogo Veloso); el otro castellano, llamado Antonio Barrientos, que trajeron de regalo al Gobernador dos hermosos elefantes, que fueron los primeros que se vieron en Manila. El motivo de esta embajada se reducía a pedirle su amistad y alianza para (que) les diese socorro contra el Rey de Siam (antiguo nombre de Tailandia), su vecino, que pretendía invadirle. Recibió el Gobernador Gómez Pérez Dasmariñas la embajada con agrado, y el regalo que le traían. Y como no se hallase con bastante gente para el socorro que se le pedía, despachó los embajadores dándole al Rey de Camboja breves esperanzas. Correspondiéndole con otro regalo, se estableció buena correspondencia para el comercio entre ambas naciones.

Los supuestos embajadores, un portugués aventurero de dudosos antecedentes y un castellano de peor fama, deben haber dado una imagen de boato, acarreando presentes que harían soñar a los manilenses y a su Gobernador con las maravillas que debían existir en las provincias del oeste, más allá del tempestuoso golfo de Siam, más arriba de Malaca y hacia el norte entre malayos infieles, hasta encontrar la parte más cerrada de la selva, ese infierno verde, y encontrarse en medio de un río inmenso llamado Mekong. Venían acompañados de esclavos y, de acuerdo con las crónicas, de los dos primeros elefantes jamás vistos en Filipinas.




Belloso y Barrientos tuvieron audiencia con el gobernador Dasmariñas, quien escuchó informes fantásticos sobre las riquezas de Siam, Laos, Camboya, Champa y Conchinchina. Los mensajeros reales aprovecharon el embeleso de sus oyentes para solicitar el apoyo del Gobernador y proteger a Camboya contra los ataques del Rey de Siam. Gómez Pérez Dasmariñas no prometió nada, pero los envió de regreso a esas tierras con algunos buenos presentes.
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Gaspar de San Agustín, Conquista de las Islas Filipinas, capítulo XII, pp 994-995, Libro III. Madrid, imprenta de Manuel Ruiz de Murga, 1698. Reimpreso en 1998, en Manila por el Museo de San Agustín.

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