Un sector especialmente activo en la promoción de iniciativas de expansión hacia China fue desde el primer momento el de los religiosos asentados en Filipinas. El agustino Martín de Rada, poseedor de una amplia experiencia misionera en México y en el sur de Filipinas, fue el primero en formular de manera explícita el proyecto de la conquista de China en una carta dirigida al rey Felipe II, fechada el 8 de julio de 1569.
En la carta señala la importancia de dotar a las islas filipinas con una adecuada fuerza naval y argumenta a favor de convertir ese espacio como un punto de partida para la conquista de China.
Como otros de sus contemporáneos, especialmente embajadores y comerciantes portugueses, o hasta quienes habían caído prisioneros entre los chinos en el siglo XVI, describe a grandes rasgos las características del imperio: grandeza, orden, desarrollo urbano y ausencia de belicosidad. Claro, no tenían porqué saber de un pasado guerrero chino de miles de años, pero quizás esa suerte de inocente visión del momento le permitía pensar en una conquista (en el sentido más bien religioso) que podía realizar un puñado de hombres validos de Fé, un tanto a "la mexicana" que aún estaba fresca en la mentalidad de su generación.
"Si Vuestra Majestad pretende la China, que sabemos que es tierra muy larga, rica y de gran policía, que tiene ciudades, fuertes y muradas muy mayores que las de Europa, tiene necesidad primero de hacer asiento en estas islas, lo uno porque no sería acertado pasar por entre tantas islas y bajos como hay en la costa de ella con navios de alto bordo, sino con navios de remos, lo otro porque también porque para conquistar una tierra tan grande y de tanta gente es necesario tener cerca el socorro y acogida para cualquier caso que sucediese, aunque la gente de China no es nada belicosa (...) mediante Dios, fácilmente y con no mucha gente, serán sujetados."
Rada había obtenido su información a partir de portugueses y de indios filipinos que comerciaban con los chinos. En particular, conocía a un chino de nombre Canco, quien había escapado de un barco pirata y obtuvo refugio con Martín de Rada. Vuelve a escribir, esta vez al virrey de la Nueva España, Martín Enriquez, el 10 de agosto de 1572, y anuncia la posibilidad de introducirse de incógnito en China.
Planes fantásticos
La forma que planteaba, un tanto fantástica, era que en ese año de 1572 en ocasión del ascenso de un nuevo emperador de nombre Wanli, de la dinastía Ming, se había decretado un indulto para el retorno de chinos que habían estado exiliados. Como algunos de aquéllos chinos en el exterior se habían convertido al cristianismo podrían regresar secretamente a su país, ahora como aliados de los europeos.
"...oviesemos en un navio dellos embiado allá un par de religiosos, porque los mismos chinos se offrecían a ello; pero nunca quiso el gobernador si no fuese o por mandato del Rey o de Vuestra Excelencia. Dixome que avia embiado a pedir licencia al gobernador de Chianchui para embiar allá el año que viene un par de hombres a tratar con él de la paz y la contratación. Supplico embie a mandar que si pudiere ser se embien allá un par de religiosos, porque demás de que podrá ser se abra gran puerta al evangelio y servicio de nuestro señor, servir también de que ternemos de allá verdadera noticia de lo que ay, y ellos declararán a los chinos la grandeza de nuestro Rey y quan bien les está tener su amistad, y si ellos reciben la fee les darán a entender la obligación que tienen a servir a S. M. pues a su costa e minción les embian ministros que les enseñan y aunque no fuese más de servir de lenguas y que se pudiese contratar con ellos, no sería poco importante su ida, y para ello si a mi me los mandasen, lo ternía por particular merced y lo aría de muy buena voluntad"
La misión fracasó por varias razones, principalmente por la improvisación con que fue concebida, pero Martín de Rada atribuía el fracaso más bien al temor de los chinos de entrar a su patria con extranjeros.
"Y en el año de 1572 fueron señalados para el dicho efecto dos padres de la orden de nuestro padre San Agustn, que fueron fray Agustn de Albuquerque y fray Francisco de Ortega. Los cuales con toda diligencia procuraron con los mercaderes chinos que los llevasen a su tierra y, aunque ellos lo prometieron largamente de hacerlo, se fueron sin quererlos llevar consigo y el año siguiente el dicho padre fray Agustín ofreciéndose de ir solo por la mucha falta de religiosos que havía en esta tierra lo intentó primero en Manila y después en Mindoro y no tuvo remedio de que le quisiesen llevar, porque nadie se atrevió diciendo que les cortarían las cabezas si tal hiciesen."
Paradójicamente, el ingreso de misioneros jesuitas por el lado portugués quedaría marcado en la historia en ese mismo momento de China, con más boato y propaganda que la misión de Martín de Rada.
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Manel Ollé, Idem, pp. 221-223, en AGI Filipinas, 79, I,1. Véase también Pedro G. Galende, Idem., p. 164.
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