Una invitación para conocer la historia del Galeón de Manila, su cultura y su impacto en Filipinas y en América.

domingo, 26 de mayo de 2013

Se llamaba Guadalupe


La construcción de barcos en Siam, destinados a recorrer el vasto Océano Pacífico fue un proyecto de breve aliento borrado de la memoria contemporánea, pero que en su momento fue un ambiciosa iniciativa. En la entrada anterior, daba cuenta de la construcción del Galeón Guadalupe, mejor conocido como La Mexicana, por el nombre de la virgen patrona de ese país. El nombre no debería sorprender, toda vez que cada navío contaba siempre con nombres de santos para contar con protección divina. Seguramente el negociador de la empresa, José o Joseph Pasarín, quien se desempeñó en la administración española en Filipinas como Alcalde Mayor de Bulacán, habrá escogido el nombre de la virgen mexicana (1).

En palabras del historiador Florentino Rodao "tras el primer viaje a Manila, Pasarín informó que el Galeón había salido más caro de lo previsto por la Compañía, por lo que se había quedado empeñado con el Rey (de Siam) en 12,850 pesos de los 44,510 que había costado. La razón aparente fue haber tenido que invernar en Siam, pero también pudo ser la falta de mano de obra. Sin rentabilidad se suspendió el proyecto de la compañía y no se volvió a saber nada más" (2). 

Parece que en 1756 hubo nuevas propuestas de amistad al gobierno de las Islas FIlipinas, tanto por parte camboyana como siamesa, pero el Gobernador Pedro Manuel de Arandía (1754-1759) declinó la idea y ordenó únicamente se 'sobrellevase la correspondencia, sin empeñarse en el caso y obligarse para los eventos que podían ocurrir de refugio de nuestros comerciantes en sus costas y no otro fin'.

En el contexto regional, explica Rodao, a partir de aquel momento volvieron a dominar los conflictos internos tanto en Filipinas como en los reinos de la península. Mientras que Manila fue ocupada por tropas inglesas entre los años 1762 y 1764, Siam sufrió un recrudecimiento del conflicto con Birmania, que culminó con el ataque y conquista de Ayuthya por los birmanos en 1767. La toma de la capital siamesa supuso para Siam el punto final de la dinastía Ayutthaya y el desmembramiento temporal de la maquinaria estatal, con una época de hambre y depravación como resultado del 'estado de lucha constante y de desorden'. 

Cabe recordar que aquel momento fue el origen de cambios que condujeron a la instauración del actual reino de Tailandia, Chakri, fundado en 1782.

A fines del siglo XVIII, concluye Rodao, Siam ya se había impuesto como el estado más poderoso en el Asia Sudoriental, con un extenso territorio bajo su control y compitiendo con Vietnam por el dominio de Camboya. Las buenas relaciones con el Imperio Chino ayudaron a mejorar los recursos para el país y a que Siam ofreciera un trato especial a estos súbditos de los que tan necesitado estaba este país, escaso de población, para mejorar el comercio. Esta mayor dependencia de China y la destrucción de la antigua capital supuso asimismo el resquebrajamiento de los ya débiles lazos con las naciones europeas: tanto los históricos como los que representaban alguna forma de influencia cultural en Siam.

La aventura de Pasarín

La construcción de aquel barco La Mexicana debió ser un asunto popular, y sin duda de notable importancia pública, pues lo cuenta en su crónicas Juan de la Concepción, lo recoge en su libro clásico William Lyte Schurtz y quedó en un expediente oficial que rescata la historiadora mexicana María Fernanda de los Arcos. Sigamos este pasaje histórico en las palabras de José Pasarín, recogidas por Schurtz (3): 

José Pasarín ha dejado un curioso relato de su ceremoniosa acogida en la Corte. El Rey envió a sus nobles al puerto a preguntar qué deseaba, fue llevado al Palacio en procesión por el rio (Menam) en dos largas barcas de 78 remeros. En Palacio le llevaron a un gran patio, donde "con admiración y respeto" vio dos filas de elefantes al servicio del Rey, con sus caparazones y jaeces de oro y pedrerías. Le impresionó su "grande y rotunda corpulencia", "la silenciosa gravedad con que movían sus cuerpos enormes". 


Pasó el emisario entre una filas de soldados, fue introducido en un salón majestuoso adornado con espejos y tapices persas, ante los más distinguidos mandarines del imperio, en cuclillas y descalzos sobre las alfombras. El español estuvo admirado por su aspecto de "gravedad misteriosa y sabiduría" pero rehusó lo que consideró ridículo: entrar allí descalzo, sin espada, bastón ni sombrero y sentarse en el suelo. Como representante del "más augusto Monarca del Universo y súbdito de la más gloriosa nación de la Tierra" amenazó con regresar a Manila sin someterse a aquellos "insultos a su dignidad, que indirectamente lo eran a su Rey... Pero el Emperador se me excusó por la inoportunidad de tantas ceremonias y me permitió llevar sombrero, espada, bastón y calzado e hizo traer dos almohadones para que me sentara".

Resueltas las cuestiones del protocolo el orgulloso Pasarín, con solemnidad, saludó a los presentes en estilo europeo, se acomodó en los almohadones, dominando en altura a los demás e imitó como mejor pudo la "recogida y extática actitud" de los mandarines y su ensimismamiento del que le despertó el sonido de un gong cuando entró el jefe del Gobierno a sentarse en magnífico tronco. Los presentes se postraron "con bárbara cortesía", incluídas muchachas desnudas de la cintura para arriba, mientras otras movían bellos abanicos ante su rostro. Los mandarines no osaban mirar directamente ni al primer ministro ni a su séquito. Los nobles mostraron su disgusto por la falta de embarazo de este y por su tranquilidad ante el raro espectáculo. 

Cuando Pasarín saludó al Ministro en su más cortés estilo español, éste con una sonrisa, le invitó a acercarse con los almohadones, le preguntó acerca de los monarcas españoles, su salud, edades, descendencia y poco después se retiró con gran aparato. Unos días después Pasarín fue preguntado por escrito a qué edad se habían casado los Reyes de España, una pregunta que Pasarín sabía que se preguntaba en Siam. Tras estos espectaculares preliminares vino después la tediosa negociación para restablecer las relaciones comerciales.  Hasta aquí la picaresca aventura de Pasarín.

El (mal) negocio del galeón


María Fernanda García de los Arcos elabora un análisis histórico con base en el expediente que existe en el AGN de México. Señala la historiadora que "hacer que se construyeran  galeones fuera de las posesiones españolas no era una práctica habitual pero tampoco inusitada. Después de la conquista de Filipinas se había encontrado en estas islas la posibilidad de solucionar muchas de las dificultades que suponía la obtención de las naves, fuertes y de gran capacidad de carga, que se requerían para la navegación por el Pacífico. El archipiélago ofrecía buenas maderas y fibras para la jarciería así como una mano de obra experimentada en la construcción naval".

Sin embargo, en el curso de los años afloraron las dificultades para continuar con la producción de barcos en Filipinas:
  • El limitado financiamiento desde América, aunado al aumento de costos de producción local en el siglo XVIII (al mismo tiempo que los galeones aumentaban de tamaño), que llegaron a ser de casi cien mil pesos.
  • El trabajo forzado en los astilleros era fuente de inestabilidad social y era observado como un peligro para la colonia filipina.
  • "La falta de hierro y plomo, derivada del escaso desarrollo que la minería tenía por entonces. Ambos metales se hacían venir de China, Nueva España u otros lugares. También se recuperaban y se utilizaban una y otra vez en la medida de lo posible".
García de los Arcos resume que la fórmula para evitar cargar los gastos a la cuenta real fue la creación de la compañía por acciones. 30,000 pesos divididos en cien acciones de 300 pesos cada una. "Debería ser un buque grande, armado con sesenta cañones y con fuerte poder defensivo. Su capacidad de carga sería de unas dos mil quinientas a tres mil piezas.  Al tratarse de un barco de tipo europeo, para organizar y vigilar su construcción irían desde Filipinas a Siam un comisario, dos constructores, un maestro de herrería, dos calafateadores, dos barrenadores y un contramestre. Se proyectaba que, ya convertido en Galeón de Manila, zarpara para Acapulco en 1754. Para comandarlo se trasladó a Siam el capitán don José Pasarín, según se ha dicho tal vez mexicano".

No tengo claridad acerca de destino final del galeón, pero aparentemente la tormenta financiera, más que los temporales de la naturaleza, impidió que navegara hacia México. 

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(1) María Fernanda G. de los Arcos comenta acerca de José Pasarín: "según se ha dicho tal vez mexicano" Guadalupe mexicana a la deriva por el Mar de China. en Des Indes occidentales à l´Amerique latine, Coord. por Alain Mussete y Thomas Calvo. Centre d´études mexicaines et centraméricaines (Mexico). Fontenay/Saint Cloud, ENS 1997. p. 589

(2) Florentino Rodao García. Españoles en Siam (1540-1939). Una aportación al estudio de la presencia hispana en Asia.  Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, Biblioteca de Historia. Madrid, 1997, pp. 74- 84

(3) W. L. Schurz, The Manila Galleon, Nueva York, Dutton & Co., 1939, p. 197-198. Juan de la Concepción. Historia General de Filipinas. Conquistas espirituales y temporales.

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