Los primeros cuarenta años del siglo XVII señalaron las grietas del poder imperial Ming (1368-1644), sometido a la presión de los manchúes en el norte y a los diversos grupos que se oponían a sus políticas en todo el territorio. Aquellos años reflejaban un sordo derrumbe del imperio. Las prohibiciones al comercio costero y con el exterior fueron reforzadas pero con pocos resultados. En los hechos, los comerciantes y los piratas convivían de manera funcional desde el mar de China y todo el sudeste de Asia, sin el más mínimo interés de dejar sus ganancias aún a riesgo de la pena capital.
En ese período entran en escena tanto Filipinas como Taiwán, que se convirtieron en espacios útiles para el comercio. Ambas islas cobraban repentina importancia para el intercambio de productos provenientes de Europa, Asia y América, sobre todo plata. D. G. Mungello describe el momento de esta manera:
Por su parte, la nueva dinastía de origen manchú enfrentó también a los comerciantes y piratas en las zonas costeras. Sin embargo, las habilidades guerreras de los manchúes no pudieron mostrarse en la guerra marítima y sufrieron una serie de humillaciones y fracasos, por lo que cambiaron de táctica para consolidar su presencia en el sur de China: hacia 1660 comenzaron a evacuar a la población china de las costas y a moverla varios kilómetros dentro del territorio, con lo que buscaban eliminar el apoyo a comerciantes y piratas. Quemaron poblaciones costeras y destruyeron toda actividad marítima, creando un efecto terrible en la propia economía china, despojada de su capacidad de comercio con el exterior.
Este vacío fue ocupado inmediatamente por los comerciantes europeos, principalmente portugueses y holandeses, que comenzaron a dominar el intercambio costero y la relación de China con el exterior.
En próximas entradas de este blog continuaremos viendo aquel momento particular, pues la transición de las dinastía Ming a la Qing (1644-1911) tuvo un impacto relevante en todo el mundo. En el caso de la Nueva España, observadores acuciosos dieron cuenta casi inmediatamente de ese cambio.
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D.E. Mungello. The Great Encounter of China and the West, 1500-1800, tercera edición, Rowman & Littlefield Publishers, Inc.Lanham, Maryland, EUA, 2009.
En ese período entran en escena tanto Filipinas como Taiwán, que se convirtieron en espacios útiles para el comercio. Ambas islas cobraban repentina importancia para el intercambio de productos provenientes de Europa, Asia y América, sobre todo plata. D. G. Mungello describe el momento de esta manera:
“Entre 1620 y 1660 se registró una severa recesión en el sistema comercial mundial que interrumpió el flujo de plata hacia China, principalmente desde América, y ello parece haber acelerado la inflación en la última etapa de la dinastía Ming. El deterioro del gobierno imperial y la incapacidad para responder a los problemas aceleraron la desintegración social. Cuando los manchúes conquistaron la capital Ming, en 1644, y establecieron la dinastía Qing, los comerciantes y los piratas de las costas del sudeste hicieron alianza con los Ming. Fueron dirigidos en su lucha contra los manchúes por el pirata Zheng Chenggong (1624-1662), conocido por los europeos como Koxinga. De padre chino y madre japonesa, Zheng puede ser considerado como uno de los primeros de la categoría de chinos de ultramar.”
Por su parte, la nueva dinastía de origen manchú enfrentó también a los comerciantes y piratas en las zonas costeras. Sin embargo, las habilidades guerreras de los manchúes no pudieron mostrarse en la guerra marítima y sufrieron una serie de humillaciones y fracasos, por lo que cambiaron de táctica para consolidar su presencia en el sur de China: hacia 1660 comenzaron a evacuar a la población china de las costas y a moverla varios kilómetros dentro del territorio, con lo que buscaban eliminar el apoyo a comerciantes y piratas. Quemaron poblaciones costeras y destruyeron toda actividad marítima, creando un efecto terrible en la propia economía china, despojada de su capacidad de comercio con el exterior.
Este vacío fue ocupado inmediatamente por los comerciantes europeos, principalmente portugueses y holandeses, que comenzaron a dominar el intercambio costero y la relación de China con el exterior.
En próximas entradas de este blog continuaremos viendo aquel momento particular, pues la transición de las dinastía Ming a la Qing (1644-1911) tuvo un impacto relevante en todo el mundo. En el caso de la Nueva España, observadores acuciosos dieron cuenta casi inmediatamente de ese cambio.
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D.E. Mungello. The Great Encounter of China and the West, 1500-1800, tercera edición, Rowman & Littlefield Publishers, Inc.Lanham, Maryland, EUA, 2009.
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